jueves, 30 de noviembre de 2017

14. Pandora - Una leyenda

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Estaba en una celda de contención. Lo sabía por la forma de las paredes y el recubrimiento de estas. No había ningún mueble ni ninguna decoración. Solo un suelo liso y frío, y unas bombillas en lo alto del techo, demasiado alejado como para alcanzarlas.
Hacía mucho que no estaba en una de esas celdas. La pared de enfrente era de un cristal especial con demasiados centímetros de grosor. Contaba con algunos agujeros pequeños para que entrara aire y no murieras asfixiado y para que pudieses hablar si alguien venía a visitarte. Había variaciones de esas celdas. Algunas tenían un metro de agua y podían aplicarte descargas eléctricas desde fuera usando el agua como catalizador. Otras tenían la temperatura de las paredes y el suelo regulables, lo cual podía hacer que te asaras de calor o te acercases a la hipotermia. Otras eran capaces de extraer el oxígeno de la habitación hasta asfixiarte del todo...Había muchas modalidades. Sin embargo, en la que yo estaba era la básica. Eso significaba que o no iba a estar mucho tiempo allí y me iban a trasladar o...
La puerta de la estancia se abrió y unos pasos resonaron rompiendo el silencio. Klein Rainheart apareció, vestido con su traje caro y sus gafas de diseño. Se paró enfrente del cristal y me miró con ojos hambrientos y curiosos. Era joven, rondaría los 35. Pelo castaño claro, corto por los extremos y un poco más largo por el centro, dándole un aspecto juvenil pero elegante. Constitución delgada y de estatura media. Se había puesto al frente de Orizont muy joven, a los 27 años, tras la muerte de su padre que era el anterior CEO de la empresa. Hubo rumores sobre que murió en extrañas circunstancias. Klein Rainheart había sido un prodigio desde niño, con un coeficiente intelectual por encima de la media, virtuoso en música, ciencia, física y matemáticas. Tomó el control de la empresa y no tardó en impulsarla a lo más alto, convirtiéndola en el gigante que era ahora. Su carisma natural, junto con un toque misterioso y enigmático, lo hacían el centro de todas las miradas y el ojo público. Sus publicaciones eran brillantes, sus descubrimientos innovadores. Daba ruedas de prensa de vez en cuando pero daba la información justa. Era celoso de su intimidad y apenas se sabía sobre su vida privada. A veces aparecía en galas con alguna acompañante despampanante pero no se le conocía pareja oficial. Aun así, el carismático líder no era perfecto. Había protagonizado algunos escándalos en fiestas o en ruedas de prensa. Al igual que inteligente, era excéntrico pero seguía manteniendo su reputación y ganándose el respeto de todos con los que trataba.
—Pandora—dijo simplemente. Alcé la vista del suelo y le miré con resignación. No me apetecía hablar con él. Que me hiciera lo que fuese pero no me apetecía mantener una charla de ingenio y puñaladas escondidas en amabilidad fingida.
—Klein—dije sin mucho ánimo.
Se cruzó de brazos y se quedó unos segundos observándome. Me sentía como un animal enjaulado en un zoo. Como un objeto de diversión. Una especie rara encerrada para el deleite de extraños.
—No tuvimos oportunidad de conocernos la última vez. Te fuiste demasiado rápido—Se colocó las gafas con un gesto automático—. Eres toda una leyenda, Pandora.
No hice ningún gesto. No me inmuté. Una leyenda decía. Lo gracioso es que todo el mundo cuenta las leyendas, les infunden miedo o esperanza, se las creen o las odian...pero nadie conoce la otra cara de esas leyendas. Yo no era una leyenda, por mucho que el resto dijese lo contrario. Aunque contaran, lo que consideraban, mis proezas, yo no me creía merecer aquel título.
— ¿Quieres que te firme un autógrafo? —El sarcasmo era lo único que me quedaba, junto con el cinismo. No sabía que iba a pasar ahora. Algo malo, me imaginaba. Había fallado la misión y eso tenía consecuencias.
Klein rió ante mi contestación y sus carcajadas resonaron entre las paredes.
—He de decir que no me has defraudado. Casi consigues sacar a la chica de aquel caos tú sola. Las leyendas te hacen justicia aunque quieras negarloSus palabras estaban elegidas con cuidado. Eran precisas y afiladas—.Y sin embargo, te ha pasado factura ¿verdad? Mírate. Eres una sombra de lo que una vez fuiste.
—Klein ¿Has venido a psicoanalizarme?dije molesta. Aquellos discursos con aires de superioridad y juzgadores eran insoportables—. ¿Qué quieres?
—Hablar contigo antes de entregarte—Captó mi atención y lo notó—. A Galagor.
— ¿Qué?—solté de forma impulsiva mientras mis músculos se tensaban. La sonrisa de Klein se tornó más siniestra.
—Hemos hecho un trato. He accedido a entregarte a él. Dice que tiene asuntos pendientes contigo—Se encogió de hombros—. La verdad que me da igual pero me da pena que no tengamos la oportunidad de conocernos más a fondo.
— ¿Qué te ha dado a cambio? —Mi voz se elevó y resonó. El miedo y la ira en mi voz fueron difíciles de disimular. Klein sabía cuál iba a ser mi reacción, solo quería regodearse viéndola.
—Al resto de la leyenda. Uno—Levantó un dedo—. A cambio de tres. Una oferta demasiado buena. No sabes lo mucho que avanzarán mis investigaciones. Las pruebas que podremos hacer serán muchísimas...
Se paró y probablemente vio la miraba y mi cara desencajada. Galagor nos había vendido. Todo lo que había hecho para proteger a los que fueron mis amigos, había sido en vano.
—Qué rápido tu sarcasmo se ve reemplazado con desesperación—Se acercó más al cristal y apoyó las manos en él—. Pero no te preocupes, Pandora. No estés triste. Piensa que es por el bien de la ciencia y de la humanidad. Tus amigos serán partícipes de descubrimientos y avances nunca antes vistos. Y ¿Quién sabe? Quizás algún día tenga la oportunidad de volver a tenerte bajo mi techo y descubrir todos tus secretos.
—Vete—Bajé la mirada al suelo y apreté los puños—. ¡Vete!
—Incluso las leyendas acaban por caer en el olvido. Hasta la próxima, Pandora.
Los pasos de Klein desaparecieron tras la puerta que se cerró a su marcha. Solo quedó el silencio acompañando a mis lamentos. 

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