jueves, 16 de noviembre de 2017

11. Pandora - Dulces sueños.


Se oyó un disparo. Mi corazón se paralizó. Oí un grito ahogado y un golpe. Más disparos. ¿Qué demonios...? Cuando abrí los ojos vi a Galagor de pie, triunfante, y al hombre rubio en el suelo con un disparo en su hombro derecho que sangraba. Los hombres de Galagor y los de Orizont habían retomado la lucha en el vestíbulo y Ariel seguía inconsciente en su silla, enfrente de la entrada.

El hombre rubio contraatacó antes de que Galagor acabase con él pero no me quedé a ver el espectáculo. Galagor era más resistente a los golpes y sanaba más rápido que un humano normal. El rubio lo tenía complicado. Me moví por el suelo buscando las fuerzas para levantarme. El costado izquierdo me dolía a rabiar, por no hablar del cansancio y extenuación tanto física como mental que me invadía. Con las habilidades bloqueadas durante media hora no podía hacer nada pero me negué a desistir. De aquí hasta el final, que no se diga que no lo intenté.
Conseguí ponerme en pie y me tragué las lágrimas provocadas por el dolor que acudieron a mis ojos. Tiros silbaban a mí alrededor. Galagor y el rubio peleaban a puñetazo limpio. Fijé mi vista en la chica y avancé sin importarme nada más. Me daban igual los disparos, los gritos, las maldiciones de los agentes de ambos bandos. Avancé, agarrándome el costado. Avancé y no miré a nada más que a la chica. Avancé e ignoré la pelea de Galagor. Avancé y alcancé la silla de ruedas. Y seguía avanzando hacia la entrada sin mirar atrás. El aire cálido de la noche me golpeó en la cara y me resigné a seguir avanzando. Tenía que alejarme lo más posible. No podía cantar victoria aún. Y no habría sido lo apropiado.
Al pie de las escaleras vi como una figura se acercaba al edificio. Cuando estuvo más cerca me di cuenta de que era un hombre trajeado escoltado por soldados que parecían los SWAT. Supe que aquello había acabado. No tenía oportunidad alguna y el hombre del traje lo sabía. Subió con calma las escaleras y me enfrentó al llegar a lo alto. Klein Rainheart, CEO de Orizont.
—Casi lo consigues. Enhorabuena—Sacó una jeringuilla de uno de los bolsillos de su pantalón—. Esto no es personal, espero que lo entiendas.
No me moví. No hice nada. Sabía que si intentaba algo me llenarían de agujeros de bala. Klein se acercó lo suficiente que hasta pude oler su colonia.
-¡Rainheart! —La voz de Galagor surcó la noche y Klein levantó la cabeza con la aguja de la jeringuilla rozándome el cuello—. Quiero hablar contigo.
—Buenas noches, Pandora. Dulces sueños—La voz aterciopelada de Klein fue lo último que oí.
La jeringuilla penetró en mi piel y sentí como un líquido se introducía en mi torrente sanguíneo. Todo comenzó a desdibujarse hasta que no quedó nada más que oscuridad. 
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