jueves, 9 de noviembre de 2017

9. Pandora - No me subestimes


Caos. Era la palabra que describía el interior del edifico. Alarmas sonando por todos lados, luces parpadeantes de color rojo, naranja, amarillo... Gritos apremiantes, disparos en la lejanía, incluso algunas explosiones leves. Humo negro, guardias de Orizont abatidos en el suelo, sangre salpicada por las paredes... Un típico lunes por la noche.

Estar en medio de la acción de nuevo me subió el ánimo. Me abría paso por aquel caos con ese hormigueó en el estómago provocado por la adrenalina. Probablemente iba a morir pero al menos sería luchando.
De la planta cero conseguí llegar a la -1 acoplándome a uno de los equipos de emergencias. Me uní a ellos, asentí con la cabeza y me bajé la gorra al nivel de los ojos. Mientras que no llamase la atención podía hacerme pasar por uno de ellos. Como necesitaban todos los refuerzos posibles no se quejaron, no sospecharon. Aun así, sabía que todo el revuelo era tan solo una distracción, Galagor no pretendía ganar aquella batalla, pretendía llevarse a la chica. Un buen follón era la forma más fácil y con más opciones de conseguirlo.
En la -1 nos recibieron con disparos. No hay nada como una buena bienvenida. Las balas impactaron en las paredes mientras nos poníamos a cubierto, y escombros de las paredes salieron disparados por los aires. Oí los gritos del comandante del equipo y respondimos a los disparos. Apreté el gatillo, noté el arma vibrar y el retroceso golpear mi hombro. Conseguí dar a uno de los hombres que se ocultaba en diagonal. "Bingo" murmuré con una sonrisa. Mi puntería seguía intacta al parecer.
"Galagor está en la -2. Repito, Galagor está en la -2. Necesitamos refuerzos ya. Hay que pararle como sea"
Esa fue mi señal para decir adiós a mis imporvisados compañeros. En otra refriega de disparos me escabullí a las escaleras que bajaban a la -2. Por suerte, como nos habían disparado nada más bajar las escaleras de la 0, las tenía al lado. Las balas que me habrían dado se pararon justo antes de llegar a mí y las devolví con un ligero movimiento a los atacantes. No me quedé para ver el resultado.
En las escaleras de la -2 había agentes heridos y otros dispuestos a disparar a discreción si Galagor aparecía. Yo sabía que no iba a tomar las escaleras. No porque no pudiese contra esa gente, sino porque era armar demasiado escándalo. Para eso tenía a sus hombres, él era más sutil...cuando quería.
Me dejaron pasar sin hacer muchas preguntas. Al parecer les gustaban los suicidas ya que ellos eran demasiado cobardes como para adentrarse en la planta. La -1 estaba arreglada, con las paredes pintadas, los suelos pulidos...La -2 ya no. Allí es donde empezaba la diversión de los interrogatorios y torturas. Las paredes eran de piedra, sin pintar ni arreglar. Manchas de humedad las decoraban, junto con agujeros de balas de las últimas horas. El suelo era de losas de piedra ya desgastadas y descoloridas. Quizás fueran de un color verde suave en el pasado, ahora era entre gris y amarillo oscuro. Los pasillos eran estrechos, con puertas a habitaciones que escondían gritos e historias desafortunadas. Las luces del techo colgaban de cables sin arreglar, que discurrían por las paredes. Ahora había charcos de agua de tuberías reventadas, algún rastro de sangre, armas descargadas en el suelo, ropa hecha jirones...El campo de batalla.
Empuñé el arma y fui sorteando los distintos obstáculos del camino. Poco me importaba lo que había a mi alrededor, mi objetivo lo tenía claro. Oí disparos y una breve y pequeña explosión a mi derecha, así que me dirigí en dirección contraria. El laberinto de pasillos y cruces era confuso pero no lo suficiente como para no saber dónde estaba la salida. En un minuto me encontré detrás de un hombre alto, con ropas oscuras, empujando una silla de ruedas con alguien en ella, y una pistola en la otra mano.
El estómago se me contrajo. Mi corazón empezó a latir más fuerte. El sudor se tornó frío por mi espalda. Sin embargo, ignoré todo y eché a andar hacia delante. En unas cuantas zancadas les alcancé y a un metro de distancia, apunté con el arma al centro de su espalda.
—Quieto—dije sin vacilar—. Tira el arma.
Se paró. No le vi la cara pero supe que sonreía. Tiró el arma.
—Pandora...Que agradable sorpresa. Hacía... ¿Tres años que no nos veíamos? —Hizo ademán de girarse pero presioné el arma contra su espalda.
—No te muevas—No sabía si mi voz sonaba fría y calculadora, o temblorosa y frágil—. Ojala hubiera pasado más tiempo. ¿Por qué has venido en persona?
—Me aburría—Soltó una pequeña risa—. Bueno, espero que te hayas dado cuenta de que tu misión es completamente suicida. Supongo que EFEO te ha obligado a venir. Las viejas costumbres nunca mueren.
Me armé de valor y dejé el arma suspendida apuntándole por detrás. Caminé por su izquierda y vi a la chica, inconsciente, en la silla de ruedas. Luego alcé la mirada y me enfrenté a sus ojos de color ámbar. Llevaba una máscara, así que no era su cara real la que veía pero sus ojos le delataban. Tenía el mismo aspecto que la última vez. El tiempo no parecía pasar para él, como si hubiese hecho una excepción. Tantos recuerdos se agolparon en mi cabeza...Los eché a un lado y me erguí, sacando el arma que me habían dado.
—Supongo que no. Y aquí estamos otra vez—Tenía un plan en mente. Vale, quizá no fuese un plan, porque no sabía si iba a salir bien o terriblemente mal pero algo era algo—. Aléjate despacio de la chica.
Galagor me enfrentó con la mirada y vi la burla en sus ojos. Siempre me había subestimado y eso me ponía de los nervios. La situación era precaria pero si parecía que la tenía bajo control, no se descontrolaría tanto.
—Sabes que no puedes ganarme—Retrocedió un paso confiado. "Vamos, otro más" pensé desesperada—. Me gusta lo que has hecho con el pelo. Curioso que en el psiquiátrico te den tantas ventajas—Retrocedió otro y en el interior di un salto de alegría—. Dime, Pandora ¿Ahora qué?
Cogí la radio con la mano libre y pulsé el botón.
He localizado a Galagor en los pasillos de la parte este. Cuidado, va armado. Solicito refuerzos ya—Colgué la radio y Galagor estalló en carcajadas.
— ¿En serio? Sabes que puedo destruir este edifico hasta los cimientos y ¿Crees que un par de soldaditos me detendrá?
—No. Sé que no puedo ganarte pero si puedo retrasarte—Con un rápido movimiento disparé al arma a su pierna izquierda. Con los dos pasos hacia atrás que había dado tenía suficiente ángulo y acerté. Ahogó un gritó y cayó al suelo. Con el arma a su espalda hice que le golpeara en la cabeza mientras cogía la silla de ruedas y corría en dirección opuesta. Oía como se acercaban los pasos de los agentes de Orizont e hice que el arma les disparase. Cuando giré a la izquierda al final del pasillo oí los disparos en respuesta a los míos. Con suerte eso mantendría a Galagor ocupado el suficiente tiempo como para que yo escapase de allí. Quizás tuviese una oportunidad después de todo.

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