domingo, 12 de noviembre de 2017

10. Pandora - Error de novata


La alegría dio paso a la duda y la duda al miedo. No era lo mismo correr yo sola, que empujando una silla de ruedas por pasillos llenos de escombros con una persona inconsciente encima. Temía no ser lo suficientemente rápida y que Galagor me diese alcance en lo que dura un suspiro.

Por suerte mi orientación no se había deteriorado pero no podía volver por las escaleras. Seguiría habiendo hombres apostados a pesar de haber reclamado refuerzos. "Piensa, piensa" dije sin aminorar el paso. Una señal aun intacta en la pared indicando el ascensor me dio una idea. Una idea terrible. La única que tenía. Seguí la señal y llegué sin aliento a las puertas cerradas de hierro del ascensor. Sabía que no estaba en funcionamiento, habrían bloqueado todos los asecensores.
Dejé la silla de ruedas en un lado con la chica aún convaleciente. No podía despertarla. Reconocía el aspecto que tenía. Las venas se le veían a través de la piel en momentos intermitentes, como luces de navidad que parpadean. Si mirase sus pupilas estarían agrandándose y empequeñeciéndose de una manera que se consideraría anormal y no muy saludable. La chica ya no transportaba el proyecto Ícaro, ella era Ícaro. Estaba en proceso de cambio. Despertarla no le haría ningún bien.
Agarré las puertas del ascensor con las manos y comencé a apartarlas una vez que hube recuperado algo de aliento. Con la telequinesis y mi fuerza física las conseguí abrir entre jadeos. No estaba en forma y llevaba demasiado tiempo sin usar mis habilidades. Me estaba pasando factura pero no podía parar. Me asomé al hueco del ascensor y comprobé que estaba muy alejado. Estaría parado entre la planta 3 y la 4. Dos escaleras se encontraban en partes opuestas del hueco oscuro. Miré a la chica y miré el hueco. Era una locura.
Me concentré en sus ropas y la hice levantarse. Quedó suspendida delante de mí como un peso muerto. Continué manteniéndola a mi lado y luego la moví hasta el centro del hueco del ascensor. Me aproximé a la escalera de la izquierda y, con un pequeño salto, me agarré a los barrotes fríos y algo oxidados. Con la concentración puesta en Ariel, de cuyo nombre al final me había acordado, comencé a subir, haciendo que me siguiera con suavidad y mimo.
Cuando llegué a la entrada de la planta -1 ya sudaba y jadeaba como si estuviese corriendo una maratón. Mantenerla en el aire, como un peso muerto, me estaba quitando toda la energía. Era demasiado exigente para mi capacidad en aquellos momentos. Hubo tiempos que habría podido hacerlo en lo que dura un pestañeo pero tantos años sin practicar me habían dejado débil. Sin embargo, me negué a renunciar y me negué a descansar. Parar significaba arriesgarme a que me encontraran y eso era "Game Over". Apreté los dientes, respiré hondo y seguí subiendo por la escalera. Empezaba a notar como me temblaban los brazos y las piernas. La cabeza me comenzaba a doler de forma insoportable. El cansancio me iba abrazando cada vez más y más fuerte. "Un poco más" me dije angustiada para animarme. Casi al borde de la extenuación, llegué a la planta 0. Las puertas estaban entreabiertas para mi consuelo. Dejé a la chica en el suelo del piso y dejé escapar el aire. Un alivio instantáneo me invadió, estando aun en la escalera del ascensor. Dejé escapar una risa nerviosa. Me quité la gorra. Me estaba asfixiando. Me apoyé sobre los barrotes. El frío me reconfortó.
Cuando estuve segura de poder caminar y no caerme en el proceso, alcancé la plataforma de la planta 0 y comprobé que la chica se mantenía estable. Por suerte no le había pasado nada. Tras un par de respiraciones, me concentré en la silla de ruedas que había dejado abajo y conseguí subirla hasta donde nos encontrábamos. No había perdido todas mis destrezas después de todo. Abrí las puertas del ascensor un poco más y la subí a la silla usando solo mi propia fuerza. De repente, un sonido ensordecedor y el temblor completo del edificio llenaron el espacio. Agarré la silla y me apoyé en una de las puertas hasta que el temblor pasó. Oí el chirrido del ascensor resintiéndose. Galagor estaba enfadado. Culpa mía.
—Vale, Ariel. Ya nos queda poco. Confía en mí—Sabía que le estaba hablando a una chica inconsciente pero trataba de auto-motivarme para continuar a pesar del cansancio que me invadía.
La salida del ascensor daba a la planta 0, el vestíbulo del complejo. Con suerte estaba vacío ya, habiéndose dispersado todo el mundo por el edificio. Quizás quedasen algunos guardias custodiando la puerta pero yo seguía teniendo el arma que me habían dado y aunque cansada, podía hacer el esfuerzo y quitármelos de encima.
Tuve razón con respecto al vestíbulo. Era amplio, exuberante y moderno, y habría sido más bonito de no ser por el destrozo de la batalla que había pasado. Era como estar en una escena de una película post-apocalíptica. Cristales rotos crujieron bajo mis pies mientras movía la silla lentamente. Miraba a todos lados pero solo se oía silencio. La entrada se dibujó delante de mí. Amplia, liberadora, suplicante. Buscar otra salida era perder el tiempo. Galagor me rozaba los talones. Tenía que irme. Ya.
El fin parecía tan cerca y tan prometedor que casi quise gritar de alegría. "No" pensé con un súbito escalofrío. Error de novata. El error más tonto, el más simple, el más predecible, por el que gritamos a los protagonistas de las películas..."Esto es demasiado fácil y hay demasiado silen..." Mis pensamientos se vieron interrumpidos por el sonido de objetos metálicos repiquetear por el suelo. Cuando quise echar a correr, las latas de gas ya se habían abierto y un gas de color azulado invadió el vestíbulo. Reconocía ese gas. Anulaba cualquier poder o habilidad que tuvieras. "Mierda, mierda" Agarré el arma con la mano derecha y con la izquierda empujé la silla echando a correr. Quizás llegase a la entrada a tiempo, quizás todo saliese bien.
—Buen intento—Escuché antes de recibir un golpe demasiado fuerte en el costado. No me dio tiempo a disparar el arma, si quiera a emitir un grito. Caí sobre el suelo pulido arrastrándome un par de metros por la fuerza del golpe. El gas ya se había despejado lo suficiente como para ver a un hombre rubio y con un bate de metal, mirándome y sonriendo. Se notaba que había tomado parte activa en la lucha pues su camisa estaba desgarrada y con sangre, lo mismo que sus pantalones.
Miré desesperada a mí alrededor. El dolor en el costado casi me nublaba todo entendimiento  pero el miedo y la adrenalina lo compensaron. No tenía mis habilidades y el arma...
—Ni lo pienses, niña—Con una zancada me alcanzó y me piso la mano tan fuerte que está vez si emití un grito y solté la pistola. La recogió con agilidad y me apuntó a la cabeza—. Eres guapa y valiente pero no lo suficiente.
Sabía que iba a apretar el gatillo. Lo sabía. Los hombres que habían venido con él como escolta miraban la escena como un público excitado por ver como los leones destripaban a los gladiadores. Era una ejecución y yo la víctima. Aguanté la respiración. Sabía que todo aquello iba a salir mal. Cerré los ojos. Al menos iba a morir luchando.
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