lunes, 30 de octubre de 2017

7. Ariel - Jirones de realidad


El agua estaba helada. Aun así ya no era el frío lo que me molestaba, sino la falta de aire. Mis pulmones no podían más, sentía que se me iban a salir por la garganta. La quinta vez que me metieron la cabeza en aquel cubo de agua, ya no grité. No tenía fuerzas. Quizás era momento de dejar de luchar, solo dejarse llevar...Mis piernas fallaron, el agua entró en mi garganta, mi mente comenzó a disiparse.

— ¡Sacadla! Se está ahogando—ordenó el hombre rubio, que permanecía apoyado en una de las paredes de piedra húmeda y desgastada de la habitación. La estancia solo contaba con algunas sillas viejas de madera, el cubo de agua helada, unos maltrechos fluorescentes, de los cuales uno parpadeaba, y el suelo frío y gastado de azulejos ya descoloridos.
Sentí como me sacaban del agua y me dejaban caer sobre el suelo. Me apoyé en mis manos y tosí. Tosí, escupiendo el agua. Tosí, temblando y volviendo a coger bocanadas de aire como un pez fuera del agua. Tosí, y me quedé en el suelo, sobre un costado, deseando que aquello llegase a su fin. Ya no sabía si sentía miedo, confusión, pavor, incertidumbre...Solo quería que aquello parase. Aún me dolían las quemaduras producidas por las descargas eléctricas. Me dolía todo el cuerpo. Me había desmayado a la tercera descarga. Y seguía sin recordar lo que había pasado la noche del sábado por mucho que Artyom no se lo creyese.
—Ariel... ¿Tienes algo que decirme? —dijo con voz sibilante. Odiaba a aquel hombre con cada ápice de mi cuerpo y la poca energía que me quedaba.
—No...—murmuré aun temblando en el suelo. Estaba muerta de frío y exhausta. Tampoco sabía qué hora del día era. Con la ausencia de ventanas y la tortura había perdido la noción del tiempo.
—Llevadla a la habitación. Necesita descansar—Un suspiro de frustración salió acompañando a las palabras de Artyom. Aquello estaba llevando más de lo que él había esperado.
Los dos hombres, los mismos que me ataron a la silla con correas, me agarraron de los brazos y me sacaron prácticamente a rastras de la habitación, ya que apenas podía mantenerme en pie. Pasillos, luces de fluorescentes, gritos, gente con batas...No era capaz de enfocar mi atención en lo que me rodeaba ni por donde pasábamos. Mis ojos se cerraban y abrían a plazos intermitentes, a la par que mi mente iba y venía. Empecé a sentir como mi cuerpo se calentaba. Era como si fuese a arder ¿Qué estaba pasando?
Llegamos a lo que sería la celda donde me había despertado después de las descargas eléctricas. Una cama de hierro con un colchón casi inexistente, un espejo, un lavabo sucio y más negro que blanco, una bombilla que caía del techo sujeta por unos cables. Además de paredes con pintura desconchada y un suelo de losas de piedra amarilla y gris por la suciedad.
Cuando sentía que mi cuerpo iba a estallar en llamas, intenté gritar pero los hombres me empujaron adentro de la habitación y cerraron la puerta a cal y canto. Caí al suelo y me retorcí, era como si hubieran puesto brasas candentes por toda mi piel. Mi voz no quiso salir de mi garganta. La luz de la habitación parpadeó con insistencia. Cuando ya creía que mi piel se deshacía, empecé a sentir un frío helado que sustituyó al calor. ¿Qué era aquello? ¿Efectos secundarios de las torturas? Intenté gritar de nuevo pero no pude articular ni una sola palabra. El frío se hacía cada vez más intenso y me planteé si en vez de la habitación me habrían metido en un congelador.
Todo a mí alrededor comenzó a dar vueltas. La luz de la habitación parpadeaba con mayor intensidad y rapidez. La realidad se desdibujaba ante mis ojos y no entendía por qué. Quizás me estuviese muriendo, quizás me habían drogado, quizás...Sentí unas manos agarrarme por los hombros y enderezarme un poco. Una voz me llegó distante, como en la lejanía. No comprendía lo que decía al principio.
—Justo a tiempo—Entendí. Era la voz de un hombre.
Intenté enfocarme en su cara pero no distinguía nada. La realidad se desdibujaba en jirones ante mí.
—Tranquila, Ariel. Voy a ayudarte—Ésta vez entendí mejor lo que decía pero no era capaz de contestar. No era dueña de mis acciones, mi cuerpo no respondía. Sentí frío y calor a la vez. Arriba era abajo. La bombilla explotó y la oscuridad me abrazó, desmayándome de nuevo.

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