martes, 12 de diciembre de 2017

16. Pandora - No me dejes aquí.

Imagen relacionada

Me volvieron a dormir en Orizont para trasladarme a donde quisiera Galagor llevarme. En verdad ya daba igual a donde fuese, todo había sido en vano.
Cuando salí de la somnolencia producida por las drogas que me habían inyectado, mi cabeza protestó con un dolor agudo y mis músculos entumecidos y doloridos hicieron que me despejara entre pinchazos de dolor. El costado izquierdo aún me dolía por el golpe recibido en la pelea pero era soportable. Me tomé mi tiempo para ver donde estaba esta vez y descubrí que bien podía ser una celda de contención como la de Orizont. Por desgracia, era más que eso. Las paredes eran de un blanco tan puro, que mis ojos tardaron en acostumbrarse. Estaban acolchadas. ¿Por qué acolchadas? A no ser...Suelo blanco. Un pequeño cubículo con una pared a media altura que era el baño. Cama con sábanas blancas pegada a la pared. Colchón duro. Ambiente casi estéril, pared de cristal a lo largo de la mitad de la habitación con una única puerta sin pomo interior y una rendija para pasar las bandejas con comida. Creaba dos habitaciones, una de ellas era el cubículo con la cama donde me encontraba, y la otra era donde se encontraba la puerta de salida. Una única y pequeña ventana con barrotes por fuera se encontraba en la pared a la derecha de la cama. Si me ponía de pie podría mirar a través de ella.
El uniforme negro de Orizont, con el símbolo de una cruz azul y verde, había desaparecido. Ahora llevaba unos pantalones blancos y una chaquetilla con cintas para atarme los brazos a la espalda aunque ahora los tenía libres. Me habían vuelto a llevar al psiquiátrico pero este no era el de la última vez. Este era una jodida cárcel de seguridad máxima.
—Has despertado—Me giré de golpe y caí en la cuenta de que había una silla de metal en mitad de la habitación al otro lado del cristal, que comoel  la celda de contención, contaba con pequeños agujeros. En la silla estaba Galagor. Sentado de forma casual pero su mirada no era amable, no había venido a jugar.
— ¡Maldito hijo de puta! —Salté de la cama y golpeé el cristal con los puños. La pulsera de un metal suave y sin fisuras en mi muñeca derecha resonó contra el cristal y sentí un pinchazo de dolor. La pulsera tenía unas agujas que penetraban en mi piel. Me impedía usar mis habilidades, las bloqueaba.
— ¡Sácame de aquí!
Galagor no se inmutó. Ni si quiera hizo una mueca. Se mantuvo quieto, con su mirada fija en mí. Ambos nos miramos durante unos segundos. Con la rabia ardiendo en mis ojos y la calma helada en los suyos.
—Estás donde tienes que estar. Tú te lo has buscado—replicó con dureza sin cambiar de postura.
—No. No estoy loca. No debería estar aquí. No puedes encerrarme—Las palabras se atragantaban en mi garganta y la desesperación atenazaba mi cuerpo. 
—Si puedo—La tranquilidad con la que lo dijo fue atemorizante—. Debiste de haberte quedado quietecita y no haber metido las narices en mis asuntos. Ahora, has perdido tus privilegios y me veo obligado a internarte aquí.
—Serás hipócrita—Golpeé de nuevo el cristal e ignoré el dolor que los golpes producían en mis manos. Estaba demasiado enfadada, demasiado angustiada—. Has hecho un trato con Klein, se los has entregado ¿Cómo has podido? ¡Me prometiste que los dejarías en paz! ¡Hicimos un trato!
— ¡Y tú me prometiste que no te inmiscuirías en mis asuntos y me olvidarías hasta que yo necesitará usarte para algo! —Ahora fue Galagor quién grito y sus ojos ámbar brillaron con una furia que no conocía límites. Se levantó y caminó furioso hacia el cristal pero no me aparté—. Tú rompiste la promesa primero, Pandora.
— ¿Y qué querías que hiciese? Me amenazaron con entregarme a Orizont sino les llevaba a la chica y Orizont me habría torturado hasta la extenuación para sacarme la información de donde se encontraba el resto. No creía que fueses a ir en persona a por Ícaro. También creía que tu palabra valía más—Sentí las lágrimas acudir a mis ojos y amenazar con suicidarse por mis mejillas pero resistí. No quería que me viese así.
— ¿Le tienes más miedo a EFEO que a mí? —Estaba pegado al cristal. Centímetros de grosor nos separaban y aunque sabía que había un cristal entre nosotros quise retroceder. Parecía tan peligroso, como si fuera a extender una mano y ahogarme por el cuello en cuestión de segundos—. He respetado el acuerdo que hicimos durante años. Mi plan con Orizont era distinto. Si no te hubieses metido en medio, no tendría por qué haberles dado la información de tus otros tres amiguitos. Pero como siempre, tenías que tomar la decisión incorrecta. No me eches la culpa de tus errores, Pandora. Yo asumo los míos, asume tú los tuyos.
— ¿Por qué no me has usado para tus planes en todo este tiempo? —pregunté aunque no estaba segura de querer saber la respuesta. Sabía que no iba a conseguir que cambiara de postura. Sabía que todo estaba perdido y aun así ¿Por qué una parte de mí seguía teniendo una chispa de esperanza?
—Porque sabía que si te sacaba a alguna misión te escaparías. Prefiero tenerte encerrada, que persiguiéndote por medio mundo—Se dio la vuelta y se encaminó hacia la salida.
— ¡¿Entonces por qué no me matas de una vez?! —Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas. No pude detenerlas.
Se giró y sus ojos encontraron los míos.
—Adiós, Pandora.
Sus pasos le llevaron hasta la puerta de salida. Si se iba no le iba a volver a ver. Nadie me iba a ayudar allí. Todo lo que dijera lo interpretarían como delirios. Me llenarían de pastillas, métodos extremos y me mantendrían bajo llave. No podría salir. No podría salvar a mis amigos, la única familia que me quedaba y a la que había renunciado a ver para proteger.
—No me dejes aquí—Mi voz se quebró. Galagor abrió la puerta—. Por favor, Leonel...
Salió por la puerta sin mirar atrás y ésta se cerró tras él. Me dejé caer entre lágrimas al suelo, apoyándome contra el cristal. Enterré la cara entre mis manos y lloré, desconsolada y sola. 

Share:

0 comentarios:

Publicar un comentario