miércoles, 23 de enero de 2019

30. Samantha - Lluvia y ansiedad.

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Kate y Pandora salieron del piso en una exhalación. Los ojos de Kate se cruzaron con los míos antes de hacer su salida airosa por la puerta. Vi el miedo en ellos. Ese pánico que llevaba años sin ver, que me había partido el alma la primera vez que lo vi. Sabía que iba a ser duro para ella. Para todos. También me prometí en su día evitarlo y es lo que iba a hacer.
Me giré para enfrentarme a Dedral. Parecía mentira que estuviese allí. Después de tanto tiempo, tanto sufrimiento, el artífice de nuestros demonios…Sacudí mis pensamientos y me mordí la lengua. No. No iba a permitir que me intimidara. Aquella época había pasado. Era fuerte y capaz de hacerle frente a él y a cualquier que se pusiera delante.
—Tenemos que irnos nosotros también—Se pasó una mano por el pelo algo despeinado. Aún seguía manchado de sangre y con pinta amenazante—. ¿Vas a darme problemas?
Guardé silencio unos instantes. Consideré iniciar una pelea con él pero si Kate apenas había podido las probabilidades de que yo lo hiciera eran bajas. Tendría que esperar de momento.
—No. Mientras no me provoques…—respondí alzando el mentón.
Dedral no pareció inmutarse por mi sutil amenaza. Ignoró mi comentario con total indiferencia.
—Bien porque no estoy de humor. Vamos, hay cosas que hacer—Señaló la puerta y me di cuenta del cambio de actitud. No había rastro de la burla y comedia de antes. Su voz se había tornado dura como el acero y su semblante, ahora inescrutable, hacía que te plantearas contener la respiración en caso de que un leve suspiro desatara su furia.
—Tengo mis cosas…—Comencé la frase mirando hacia donde se encontraban las habitaciones pero Dedral me cortó sin miramientos.
—Sal.
Una sola palabra y mi estómago se contrajo. No me moví del sitio. Traté de controlar la ansiedad que me invadía.
— ¿Puedo coger al menos un abrigo? —Apreté los labios al final de la pregunta y esperé. Guardaba un móvil de repuesto en caso de emergencias y estaba en mi maleta, en la habitación. Necesitaba llegar a ese móvil.
—Samantha—Dedral dio un paso y se quedó a escasos centímetros de mí cara—. Si tengo que repetírtelo una tercera vez no te va a gustar. Sal del puto apartamento. Ya.
No le hizo falta alzar la voz. A la mierda el móvil. Resignada me dirigí a la salida. Dedral me siguió cerrando la puerta del apartamento de un portazo. Las paredes temblaron.
Llamé al ascensor que no tardó en llegar y ambos bajamos en silencio hasta la última planta. Aunque ya no llovía a mares como antes, una leve y suave llovizna cubría el ambiente. El color gris del cielo acompañaba el gris de mis pensamientos. Giramos en una callejuela a la derecha del bloque de edificios, nos dirigimos hacia un coche negro aparcado silenciosamente en uno de los lados de la calle. Dedral abrió el automóvil y las luces se encendieron brevemente.
—Coge al perro en la parte de atrás y llévatelo adelante. Se pone un poco nervioso así que trata de calmarle—Se metió en el asiento del conductor sin añadir nada más, dejándome sin palabras.
¿Había dicho que cogiese a un perro? Decidí no cuestionarme lo que estaba pasando y abrí una de las puertas de los asientos traseros. Efectivamente había un pequeño cachorro de Pitbull, de color negro y blanco en el asiento trasero. Me miró con unos ojitos azules y movió la cola con ilusión.
—Hola, pequeño—Me acerqué a él despacio. Le acerqué la mano y poco a poco se acercó para olerme—. Tenemos que ir adelante ¿vale?
El perro no me contestó ni esperaba que lo hiciera. Dejé unos instantes para que se acostumbrara y seguidamente traté de cogerle con suavidad. Sorprendentemente el perrito no puso ninguna objeción y se dejó hacer, contento incluso de aquel repentino cambio. Cuando le cogí, bien sujeto, cerré la puerta con el pie. El perro me lamió la mejilla y me sacó una sonrisa. La puerta de adelante se abrió sola y me metí con cuidado de no lastimar al pequeño. La puerta se cerró de nuevo sola y Dedral arrancó el coche. Con cuidado, puse al perro en mis piernas y me abroché el cinturón. El Pitbull buscó a Dedral y éste alargo la mano para acariciarle. ¿Era su dueño? ¿Por qué tenía un perro?
Nos pusimos en marcha, sujete al pequeño contra mí, acariciándole con cariño y salimos a las ajetreadas calles londinenses. Me armé de valor y me arriesgué a hacer una pregunta que me estaba matando por dentro.
— ¿Qué vas a hacer con el perro? —Quizás me tembló la voz con la sola idea de que pudiera hacerle algo a aquel cachorro tan inocente. Dedral me miró brevemente y soltó un suspiro molesto.
— ¿Por qué todo el mundo me hace la misma pregunta? —Paró un semáforo sacudiendo la cabeza—. Se llama Lecter y no, no voy a hacerle nada. Me apetecía tener una mascota.
Alcé las cejas con sorpresa. Que alguien como él quisiera tener una mascota y no usarla para otros fines más…desagradables me pilló por sorpresa. No sabía si lo decía en serio o no pero decidí no indagar más en el tema. Miré a Lecter y éste me miró de vuelta. Me lamió un poco la mano y le respondí con una sonrisa. Parecía estar sano y bien cuidado.
—Kate está viva. ¿Se puede saber por qué? ¿Qué pasó? —Dedral decidió romper el silencio mientras nos volvíamos a mover.
Le miré con recelo. Aquel tema me tocaba muy dentro y no me hacía mucha ilusión hablarlo y menos con él. Tampoco tenía otra opción siendo realistas.
—No lo sé—Fijé mi mirada en un punto aleatorio de la carretera—. Todos la dimos por muerta y un día apareció. Sin más. Ella no recuerda nada. Tratamos de investigar pero no encontramos nada que nos dijese que había pasado. Supongo que acabamos suponiendo que no estaba del todo muerta, alguien la habría encontrado y cuidado de ella hasta que se hubiese recuperado del todo y a causa del trauma. Su memoria está dañada.
—Estoy bastante seguro de que la dejé muerta cuando salí de esa habitación—masculló Dedral a modo de respuesta mientras avanzábamos por el tráfico londinense. Traté de mantener la compostura.
— ¿Igual de seguro de que nadie te derrocaría y seguirías siendo el líder invicto de tu imperio del mal? —Lo dije sin pensar y al instante me arrepentí. No era buena idea hacerle enfadar.
Sin embargo mis palabras no causaron enfado, sino lo contrario. Se echó a reír.
—No tenéis ni idea de nada—Se regodeó en lo que sea que le parecía gracioso de la situación—. Samantha, verás, los imperios se crean y caen por su propio peso. Es el orden de las cosas. Sí, he levantado un imperio y lo he mantenido todo este tiempo pero era consciente de que si no era Hiram, otra persona habría venido a derrocarme o alguna otra cosa habría pasado. Tengo literalmente todo el tiempo del mundo para crear otro imperio si me da la gana. Eso no es un problema—Me miró brevemente con una sonrisa siniestra.
— ¿No estás enfadado? —Le miré con incredulidad ante sus palabras—. ¿No vas a hacer nada al respecto?
—Por supuesto que sí. Obviamente ahora tengo que acabar lo que he empezado. Nadie me falta el respeto de esa forma y si no lidero yo mi propio imperio, nadie más lo va a hacer—Sus ojos brillaron con malicia—. Hiram va a pagar por lo que ha hecho y cualquier persona que se interponga en mi camino también. No solo tengo una reputación que mantener, a mí nadie me tose y sale impune.
Guardé silencio ante esa nueva información. Lo habíamos enfocado mal. No solo eso, le habíamos juzgado mal. El hombre que tenía al lado tenía motivaciones mucho más complejas de lo que habíamos presupuesto, lo cual le hacía más peligroso. Joder… ¿En que lío nos estábamos metiendo? Lecter se movió inquieto en mis piernas, probablemente sintiendo mi desolación. Le acaricié tratando de tranquilizarle a él y a mí. Necesitaba hacer una llamada, como fuera.
— ¿Dónde vamos? —Dudaba que Dedral me contestara algo útil. Aun así, tenía que probar. ¿Ganar tiempo? ¿Más información? Cualquier cosa me valía.
— ¿Tan nerviosa te pongo, Samantha? —Esbozó una sonrisa mirándome de reojo—. Eres la garantía que tengo. No voy a hacerte daño a no ser que Kate no cumpla con su parte. Deberías intentar relajarte. Créeme, ahora mismo estás más segura conmigo que en cualquier otro sitio.
Solté una bocanada de aire y aspiré de nuevo. Me estaba poniendo muy nerviosa. Necesitaba llamar por teléfono pero Dedral no era tonto, no me iba a dejar siquiera acercarme a ningún aparato electrónico. Si no llamaba mi padre…Hiram lo iba a matar. Joder. Joder. Joder. Inspirar, expirar. Inspirar, expirar. “No es momento para un ataque de ansiedad, Samantha” pensé mientras comenzaban a pitarme los oídos. Inspirar, expirar.
— ¿Samantha? —La voz de Dedral sonaba alarmada. No contesté—. ¡Samantha!
Tragué saliva. Eché la cabeza hacia atrás. Perdía la respiración. Comencé a temblar. Lecter empezó a ladrar. Las lágrimas se acumularon en mis ojos.
—Joder—Su voz llegó algo lejana.
Sentí como el coche giraba bruscamente. Nos paramos. Comencé a respirar agitadamente. Me ahogaba. Las lágrimas corrían por mis mejillas. La cabeza me daba vueltas. No podía parar. Me mareaba.
De repente, sentí unas manos agarrarme por los hombros con firmeza. La presión me reconforto.
—Samantha—El sonido me llegaba lejano, como en un sueño—. Samantha, concéntrate en mi voz. Escúchame.
Intenté hacerlo. Intenté agarrarme al sonido de su voz como si fuera un salvavidas en medio de aguas agitadas.
—Bien. Ahora quiero que inspires despacio y profundamente—Mi pecho subía y bajaba de forma incontrolada. Sentía que la fuerza desaparecía de mi cuerpo—. Inspira, Samantha. Ya.
Entre temblores traté de inspirar con fuerza.
—Expira y repítelo—Le oía con más claridad.
Hice lo que me pedía.
—Abre los ojos y mírame. Sigue inspirando y expirando.
Abrí los ojos tratando de seguir con la respiración. Un azul hielo me recibió. Sus pupilas estaban clavadas en las mías. Estaba cerca. Sus manos seguían sujetándome los hombros. Inspirar y expirar.
—Tranquila. Estás bien. Céntrate en la respiración—Hizo una pausa comprobando mi estado—. Tranquila.
Repetí el proceso una y otra vez. Mi respiración era lo único que importaba en ese momento. Fue recuperando la estabilidad guiada por los intensos ojos azules de Dedral. Conseguí tranquilizarme. Me derrumbé sobre el asiento con una sensación leve de mareo. Sentí que Lecter me lamía la mano izquierda. Benditos animales.
—Samantha…entiendo que la situación pueda resultar algo inquietante pero dudo que mi presencia o mis palabras hayan sido capaces de crearte un ataque de ansiedad—Dedral hizo una pausa controlada—. Dime que está pasando.
Aparté mi mirada de la suya. La intensidad de sus ojos me creaba un malestar en el cuerpo difícil de ignorar. Miré al frente, al parabrisas golpeado incesantemente por las gotas de lluvia. Tenía que contárselo. Estaba entre la espada y la pared.
—Mi padre…—Tragué saliva—. Alexander no tiene el colgante de Kenazhor. Cuando lo descubra Hiram, le matará.
— ¿Cómo que…? —Dedral no era tonto y no le tomó mucho tiempo atar un par de cabos—. Samantha ¿Quién tiene el colgante? ¿Qué hiciste?
Le miré angustiada.
—Declan—susurré al tiempo que cerraba los ojos tratando de mantener a raya las lágrimas que amenazaban con volver a suicidarse por mis mejillas.
— ¿Qué? ¿Por qué? —Levantó la voz alarmado. Su reacción era comprensible—. ¿Por qué cojones tiene Declan el maldito colgante?
—Porque nos destruiste. Nos quitaste todo en lo que creíamos, nos hundiste…—murmuré con dolor—. Kate estaba muerta…mi padre destrozado…Decidí tener un plan de contingencia por si todo volvía a derrumbarse. Sé que no fue mi mejor decisión y quizás una muy mala idea pero tenía que hacer algo. Tenía…Hice un trato con Declan. Le entregué el colgante, a cambio de protección, una carta blanca. En cualquier momento podría llamarle y pedir su ayuda. Me dio un colgante falso. Una réplica muy muy buena. Mi padre creyó que era el verdadero y es lo que va a darle a Hiram.
Dedral golpeó el volante con furia. Di un respingo. Lecter gimió. Le acaricié y susurré palabras tranquilizadoras mientras Dedral se pasaba una mano por el pelo con nerviosismo.
—Te pareces demasiado a tu padre—suspiró.
—Tengo que llamar a Declan. Me dio un número y me dijo que siempre estaría disponible—Tragué saliva—. Por favor.
—No creo que solucione nada—Se limitó a contestar.
— ¿Por qué?
—Porque Declan está en una de las prisiones de más alta seguridad del mundo. Nadie va a contestar a esa llamada—Golpeó su cabeza con el respaldo del asiento mientras cerraba los ojos.
Un vacío se cernió sobre mí. Sentí como una profunda y fría desesperación me cubría. Se me secó la boca. Declan no estaba disponible. Nunca había pensado que algo así pudiera pasar.
— ¿Qué hace en prisión? —Fue más un pensamiento en alto que una pregunta directa. No esperaba respuesta pero Dedral me la dio sin dudar.
—Le metí yo—Levantó una mano a modo de pausa—. Y antes de que me hagas más preguntas, le metí ahí porque es una persona inestable, impredecible, manipuladora y no me apetecía tenerle molestando por ahí. Así que preferí tenerle bajo control en un agujero oscuro.
Lo cierto es que Dedral tenía un punto a su favor. Lo que había dicho era razonable y Declan estaba, sin ninguna duda, mejor bajo llave pero ahora mismo hubiera deseado que estuviera en libertad dando rienda suelta a su sociopatía.
— ¿Y ahora qué? —Miré desconsolada a través del parabrisas. No había respuestas en la lluvia, ni en el cielo gris. Solo incertidumbre.
—He hecho un puñetero pacto, no puedo permitir que tu padre sufra ningún daño. Aunque tengo muchas ganas de arrancarle la cabeza y la espina dorsal del tirón con mis propias manos. Dime a dónde han ido a por la pieza y quizás lleguemos a tiempo—Mantenía la voz en un registro neutral, calmado. Lo cual era escalofriante porque la frialdad y fuerza de sus palabras hacían que quisiese salir de aquel coche corriendo y no mirar atrás.
—El cementerio de Greenwhich—Hice una pausa—. Es donde, en teoría, está enterrada Kate.
—Por supuesto—replicó con sarcasmo mientras arrancaba el coche de nuevo.
Nos pusimos de nuevo en camino bajo la lluvia. Esta vez Dedral iba más rápido. La sensación de malestar no desaparecía. Solo esperaba que llegáramos a tiempo, que nadie muriera...que todo saliese bien. 

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jueves, 2 de agosto de 2018

29. Kayser - Arriesgar para vencer

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Estábamos jodidas. Era la manera más suave de describir la situación. Samantha, Pandora y yo estábamos paralizadas, en un silencio atónito mientras Dedral, con una actitud perturbadoramente animada, se estiraba y comenzaba a andar hacia nosotras deteniéndose a escasos metros.
—Bien, vamos a aclarar unas cuántas cosas antes de que empecéis a llamarme monstruo de nuevo y a culparme de todas las desgracias que os han pasado—Se crujió los nudillos en un movimiento experto—. Pandora. Poca vergüenza tienes que tener para acusarme a mí de lo que le ha pasado a Leonel. Llevas años despreciándole, tratándole como a un perro, incluso intentaste matarle. El único motivo por el que no acabé contigo hace años fue porque él me lo impidió y he estado respetando su decisión hasta que su vida ha corrido peligro. Klein exigía un precio y yo no estaba dispuesto a pagarlo dándole a tu padre, así que decidí entregarle a la hija. He protegido a Leonel desde siempre y tenías que venir tú a joderlo todo. ¿Qué pasa, Pandora? ¿Acaso ahora te sientes culpable porque Leonel ha sacrificado su vida por ti a pesar de cómo le has tratado?
Pandora tragó saliva, incapaz de contestar. Las palabras de Dedral fueron aumentando en intensidad. Llenaban toda la habitación. Resonaban en cada esquina.
—Más fácil es echarme a mí la culpa y no ser capaz de aceptar la tuya ¿verdad? —Se pasó una mano por el pelo con una sonrisa sarcástica en los labios. Lágrimas brillaron en los ojos de Pandora ante la atenta mirada de Samantha y mía. ¿Había dicho Dedral que Leonel era su padre? ¿Galagor? Fue cuando hice ademán de abrir la boca que Dedral fijo su helada mirada en mí.
—Aún no he acabado—Su voz cortó el aire con tal contundencia que estuve a punto de retroceder—. Por algún extraño motivo has vuelto entre lo vivos, querida, pero no te equivoques. No es mi culpa que te enamoraras de Hiram. Yo no le ordené que hiciera nada de lo que hizo, no le mandé destrozarte el corazón, ni manipular al resto—Dirigió una breve mirada a Sam—. Vosotros solos cavasteis vuestra propia tumba. Yo llegué para pararle los pies a Hiram porque se le había ido de las manos y eliminar vuestra molestia presencia—Se acercó a menos de un metro de mí—. No tengas el valor de echarme en cara tus propios errores. Te admito el cabreo hacia mí porque te intentará matar y ya has igualado el marcador. El resto no es mi puto problema.
El puñetazo se lo llevo en el pómulo izquierdo. Antes de caer al suelo se apoyó con la mano derecha mientras con la izquierda se tocaba la mejilla. Cuando fui a seguir golpeándole Sam me agarró de la muñeca, tirando de mí. Me giré con los ojos ardiendo en furia y me respondieron los suyos con un súplica muda. Mi cuerpo tembló de rabia contenida pero la mano de Samantha se cernía firme sobre mi piel.
—Parece que a alguien no le gusta que le digan las verdades a la cara—Dedral se incorporó de nuevo—. No te preocupes, Kayser, estás de suerte porque Hiram está en la ciudad. Puedes ir a decirle lo mucho que le echas de menos.
Antes de que pudiera responder, Pandora, ya recuperada, se acercó con vehemencia. El agarre de Samantha desapareció.
— ¿Quién coño es Hiram? ¿Qué pasa con Ouroboros y qué coño está pasando en general? —Nos espetó al resto—. Que alguien me conteste.
—También podrías decirnos tú como es que Galagor resulta ser tu padre y nos acabamos de enterar—Contraatacó Sam con dureza. Pandora esquivó su mirada. La mía recayó sobre mi viejo enemigo.
— ¿Hiram ha vuelto? —Pronunciar esas palabras hizo que un escalofrío me recorriera por la espalda y mi mente luchara por alejar los recuerdos de una época que quería olvidar. Dedral sostuvo una breve sonrisa en su rostro.
—Deberías llamar a tu padre—Le dirigió una mirada divertida Sam que se tensó. No fue la única. Intercambiamos una mirada de alarma. Sam corrió por su teléfono móvil mientras yo retomaba las preguntas de Pandora.
— ¿Qué está pasando? —dije controlando el agujero en el estómago que se me estaba formando. Aquello era peor de lo que había pensado. Mucho peor.
Intenté mantener bajo control las emociones. Respiré hondo tratando de despejar la mente. Había que controlar la situación, evitar que se desbordara. Necesitábamos actuar rápido. Cuando volví a centrar mi atención en la situación actual, Dedral hablaba por teléfono con una chica. Alexander no estaba en casa. Cuando acabó, Samantha recuperó el móvil y me miró con desesperación.
— ¿Dónde está? —Me limité a responder—. ¿Quién es Ariel?
—Es el proyecto Ícaro. Habrás oído hablar de él—Dedral me contestó con la mirada distraída. Tenía razón había oído hablar de él—. Al parecer, vuestro querido líder ha decidido, voluntariamente, irse con Hiram para entregarle la parte del colgante de Kenazhor que tenéis.
La incredulidad de sus palabras era la misma que Samantha y yo teníamos. ¿En qué coño estaba pensando Alexander? Aunque a estas alturas, dudaba de conocer al hombre en el que se había convertido. Las voces del resto de personas se diluyeron en mis oídos. Fueran cuales fueran los motivos de Alexander, estaba en peligro. Hiram le mataría nada más obtener el colgante. Había que moverse ya.
— ¡Basta! —Los tres se callaron—. Cuéntanos que está pasando. Ya.
Por una vez, Dedral obedeció. Sin replicas sarcásticas ni comentarios arrogantes procedió a resumir la situación.
—Klein Rainheart, CEO de Orizont, ha desarrollado una máquina llamada Ánima. Solo era un proyecto sobre el papel pero hace unos meses les ofrecí mi colaboración para llevarlo a cabo. La función de Ánima es extraer la materia sihir de un individuo y contenerla de forma intacta, conservando sus propiedades, en un recipiente. Esa materia puede ser transferida a otro individuo concediéndole dichas propiedades. Sin embargo, la extracción de la materia provoca la muerte de la persona en la máquina—Hizo una pausa observando nuestras reacciones—. El precio que me exigió Klein por prestarme sus recursos para construir Ánima era el poder de Galagor. Obviamente no iba acceder a ello, por eso le ofrecí a Pandora. Me tuve que ausentar una semana, y Leonel, se debió de enterar de mi acuerdo con el CEO, y aprovechó para liberar a Pandora y entregarse él a cambio.
—Vale, pues ve a liberarle ¿no? Coge a algunos de los psicópatas que forman parte de tu organización del mal y sálvale—respondió Pandora mientras Sam y yo procesábamos toda la información.
Dedral titubeó y fue cuando las piezas del puzzle encajaron. Una sensación de euforia me invadió, como una pequeña victoria, un rayo de Sol en una tormenta oscura.
—No puedes ¿verdad? —Me decidí a saborear todas y cada una de las palabras—. La razón por la que estás aquí todavía, la razón por la que aún no nos has matado y llevado a Pandora, es porque no puedes. Te ausentaste una semana y Klein decidió mover ficha contactando con Hiram. No sé cómo quedó vuestra relación después de lo de Ouroboros pero voy a asumir que no muy bien. Hiram debe de haber estado planeando un golpe de estado desde hace mucho, ganando votos a su favor y Klein le entregó el momento perfecto para darlo. Con Galagor, tu mano derecha, fuera de la partida no debe de haber sido muy difícil para Hiram dar el golpe de gracia. Te han derrocado y ahora ambos te están chantajeando con la vida de tu querido protegido.
Esta vez los ojos de Dedral eran los que brillaban con furia. La confirmación que necesitaba para saber que había acertado en mi teoría. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en mis labios.
—Tu arrogancia te ha pasado factura ¿eh? —En un paso me quedé a escasos centímetros suyos—. ¿Qué se siente al caer desde tan alto?
Me desafió con la mirada. Sus ojos helados luchaban con los míos. Sentía su ira tan fuerte que llegué pensar que si le tocaba sería como detonar una bomba.
— ¿Es cierto? ¿Te han derrocado? —La voz de Pandora denotaba alegría y alivio. Sam observaba atenta la situación.
—Tengo todo bajo control—Las palabras salieron de los labios de Dedral como si fuera un gruñido gutural. Ahora teníamos la ventaja. El plan de actuación estaba tomando forma en mi mente. Era arriesgado. Demasiado. Pero no teníamos ni tiempo, ni más opciones.
—Mírame—Le agarré por debajo de la barbilla y tiré hacia abajo hasta que nuestras caras quedaron casi juntas—. Estás jodido, aunque no quieras admitirlo pero ambos lo sabemos. Ahora bien, si quieres tener alguna mínima oportunidad de salvar a Galagor, me vas a escuchar atentamente porque Pandora no se va a mover de esta casa sin mi permiso.
Parecía que todos en la habitación estuvieran conteniendo la respiración. Sin esperar respuesta de nadie, solté el agarre con un leve empujón y comencé a caminar por la habitación continuando con mi explicación.
—Sam, vas a llamar a Ariel y a decirla que espere a alguien que irá a recogerla y llevarla a un lugar seguro. Llamaré a alguien de confianza a por ella—Samantha asintió y procedió de inmediato a realizar la llamada—. Luego, vamos a hacer lo siguiente. Galagor está en Orizont ¿verdad? Iré a por él y lo sacaré de allí con vida. Mientras tú, Dedral, distraerás a Hiram y te asegurarás de que Alexander no sufra daño alguno. ¿Queda claro?
Unos segundos de silencio precedieron a la respuesta de Dedral. Pandora parecía estar considerando el plan y Samantha estaba finalizando su conversación. Era un plan complicado. Depender de Dedral era lo último que quería pero era la única solución al problema actual.
— ¿Estás proponiendo una alianza? —Compartía la incredulidad en sus palabras pero una situación desesperada requería medidas desesperadas—. ¿Qué te hace pensar que voy a acceder y a confiar la vida de Galagor en tus manos?
—Que soy jodidamente buena en mi trabajo—No me esforcé en ocultar la arrogancia. Era un hecho. En el mercado mis servicios valían tanto dinero que harían temblar a la mayoría—. No es la primera vez que hago esto. Puedo sacar a Galagor vivo de Orizont y aún me sobraría tiempo para cenar.
Pandora y Samantha sonrieron ante mi excesiva confianza. Dedral por el contrario seguía manteniéndose escéptico.
—De acuerdo—dijo finalmente—. Pero voy a necesitar una garantía. Lo siento, querida pero no me fío de ti. Aunque salve a Alexander y entretenga a Hiram puedes hacer muchas cosas y al igual que ellos me chantajean, hacerlo tú. No me voy a arriesgar a ello.
—Es un trato equivalente—Fruncí el ceño con disgusto. Darle más poder a Dedral significaba perder la ventaja. Era demasiado poderoso, demasiado inteligente. Volveríamos a quedar a su merced.
—Dime que tú en mi situación no me exigirías lo mismo—Contraatacó con media sonrisa victoriosa.
Me mordí la lengua consciente de que tenía razón por mucho que me doliese aceptarlo. Tenía que darle algo como garantía pero ¿El qué? Antes de que pudiera pensar en algo, decidieron por mí.
—Yo seré la garantía—Soltó Samantha dando un paso adelante—. Si Kate no cumple, entonces podrás hacer conmigo lo que quieras.
— ¡No! —Reaccioné mirándola como si se hubiese vuelto loca—. Ni de coña.
Sam me miró y asintió con calma con la cabeza mientras Dedral sonreía de oreja a oreja.
—Me parece fantástico. Trato hecho—Me tendió la mano con cordialidad.
—Confío en ti y sé de lo que eres capaz—me dijo Samantha—. Sé que sacarás a Leonel sin ningún problema. Estaré bien.
—No lo sabes—Contesté apretando los dientes—. Es el maestro de Hiram, de Galagor, no puedo dejarte a su merced.
—No vas a perderme. Cierra el trato. Todo irá bien—Su voz estaba extrañamente calmada y reconfortante.
Temblando con furia, sintiendo la sangre palpitar por mis venas, apretando los dientes, tragando saliva, apreté la mano de Dedral cerrando el trato. En tan solo unas horas todo se había ido a la mierda. Era como volver a la misma pesadilla que vivimos tiempo atrás.
—Yo iré contigo—Pandora se me acercó—. Ayuda extra no te vendrá mal, iremos más rápido.
Asentí levemente. Ya que más daba, una persona más o menos. Sus habilidades eran buenas, podría ser de ayuda.
— ¿Nos ponemos en marcha? El reloj hace tic-tac—La voz de Dedral me sacó de la letanía de mis pensamientos.
—Ponla un dedo encima y te juro que te mataré una y otra vez durante el resto de tu condenada existencia ¿Te queda claro? —dije mientras me acercaba a aquel monstruo.
—Cumple con tu trabajo y todo irá bien—me respondió con tranquilidad.
Tras cruzar una breve mirada con Sam que dijo todo lo que había que decir me dirigí a la salida del apartamento.
—Vámonos—le dije a Pandora mientras agarraba mi maleta y abrigo y salía por la puerta sin mirar atrás. 

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domingo, 8 de julio de 2018

Breathe


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Su piel era suave. Delicada al tacto. De un tono claro sobre el que las sombras se deslizaban en la oscuridad de la estancia. Mi mano sobre su cuello. Un firme agarre que no dejaba de apretar. Sentía el aire abandonar sus pulmones. Los jadeos en un intento desesperado de conseguir oxígeno. Y mi mano seguía sin soltar el bonito cuello, se cernía sobre la suave piel como un animal hambriento sobre su presa.

La agitación de la extinción de su aliento se trasladaba a la mía. Sus ojos nublados camino de la inconsciencia transmitían cosquilleos de placer por mi espalda. Notaba que se acercaba al límite del precipicio. Saboreé los últimos instantes como si fueran el manjar más exquisito que jamás había probado. La adrenalina corrió por mis venas y justo en el último momento, antes del suspiro final, deshice el agarre. Liberé al delicado cuello de su prisión, y con las yemas de los dedos acaricié la piel enrojecida mientras sus pulmones luchaban por el control del oxígeno, la entrada del aire, la vida luchando por sobrevivir a la muerte.

Entre mis brazos recuperó el sentido. Sus ojos brillaron con una tenue energía devuelta a ellos. Me incliné, lentamente. Mis dedos rozando la línea de su mandíbula. Mis labios abrazaron a los suyos con delicadeza, suavidad. Su aliento sabía a vida y el mío, a muerte.

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martes, 8 de mayo de 2018

28. Ariel - A punto de comenzar.

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Alexander estaba nervioso, quizás incluso más nervioso que yo. Le veía caminar de un lado a otro de la casa entre largos suspiros y la mirada perdida. Le había contado todo lo que sabía, le había enseñado los mensajes escritos sobre mi propia piel y le había hecho participe de mis sospechas acerca de mis nuevas habilidades. Lo cierto es que había algo tranquilizador en aquel hombre, emanaba un aura de serenidad y de control que me había hecho sentir a salvo aunque había algo raro, un toque de desesperación y amargura en sus ojos azules. Quizás me lo estaba imaginando.
El que se suponía que era el líder de Ouroboros me había escuchado en silencio, muy quieto, muy paciente. Nada más acabar mi relato surrealista me había dado un brazalete de un material parecido al acero o la plata y me lo había colocado en la muñeca derecha. Según él era para bloquear mis habilidades. Ya no podría escribirme más cosas en el cuerpo pero evitaría que saltara de nuevo hacia el presente, el futuro o el pasado porque según él, había saltado dos meses al futuro desde que estaba la casa de Leonel y Dedral.
—Entonces… ¿Ahora qué? —Me atreví a decir mientras Alexander pasaba por delante de mí. Se paró en seco y me dirigió una mirada distraída.
—De momento nada. Por lo que me has contado hay gente que va a morir pero llamé a Sam ayer, hablé con ella y me dijo que todo iba bien—Se pasó la mano por el pelo—. No sé porque piensas que Ouroboros tiene que ver con nada de esto. Llevamos inactivos mucho tiempo.
—Bueno, podemos hacer algo entonces para evitarlo. Sé que Ouroboros es importante, no sé como pero algo en mi interior me dice…
—Basta—Su voz se tornó dura como la piedra y di un respingo al oírle—. Escúchame, Ariel. No sé quién eres y no sé porque estás aquí. Yo ya no soy nadie. Tengo un trabajo normal, una vida normal y lo único que quiero es estar tranquilo y que me hija también lo esté. Los años en los que Ouroboros estaba activa han pasado. No quiero volver a esa vida, no quiero más muertes en nuestro bando.
—Es justo lo que estoy tratando de evitar—Esta vez fui yo la que levanté la voz al tiempo que me incorporaba de la silla en la que estaba—. No sé lo que está pasando pero sí sé que mucha gente va a morir y que tengo que ayudarles. Y sí estoy aquí es por algo. Quizás las cosas con tu hija no vayan tan…
El sonido del timbre del apartamento me interrumpió. Nos quedamos mirándonos durante unos segundos sin hacer nada. El timbre continuó sonando.
—Ve al piso de arriba. No bajes bajo ningún concepto—me ordenó dirigiéndose a la puerta.
— ¿Por qué? —pregunté alarmada mirándole con ansiedad.
—Porque no espero a ninguna visita. Ve arriba—Se giró antes de que pudiera preguntar nada más.
Me dirigí hacia las escaleras que llevaban al piso de arriba del apartamento. Era el último piso del edificio y era un dúplex. Muy luminoso y decorado con gusto. Sin embargo, antes de llegar arriba y meterme en una de las habitaciones, decidí quedarme a la mitad de las escaleras y escuchar lo que pasaba. Al menos tenía buen oído. Si escuchaba pasos acercándose salvaría los pocos escalones que quedaban y me escondería en cualquiera de las habitaciones.
— ¡Alexander! Cuánto tiempo sin vernos. Aunque no lo creas, te he echado de menos—Era una voz grave de hombre. Las palabras estaban teñidas de burla y no parecían esconder buenas intenciones.
—Hiram, porqué será que no me sorprende—Las palabras de Alexander sin embargo sonaron resignadas y desganadas. El pasado agrio de Ouroboros acaba de llamar a la puerta.
— ¿No vas a invitarme a pasar? —Hiram sonaba desafiante y divertido a la vez. Me recordaba a un felino jugando con su presa antes de clavarle los dientes. Mi respiración se agitó. Quise confiar en que Alexander lo tenía todo bajo control.
— ¿Qué quieres? —Alexander no parecía estar para bromas. Su tono era seco, desprovisto de emoción. Me pregunté cuál era la historia entre los dos hombres.
— ¿En serio, Blacknight? Después de cuatro años sin vernos ¿Así es como me recibes? Esperaba un poco más de emoción. Parece que tienes un palo por el culo, más de lo normal…—Una breve risa acompañó las palabras del recién llegado.
—Hiram…—Esta vez las palabras del líder de Ouroboros tomaron un cariz de amenaza y enfadado que hizo que un escalofrío recorriera mi espalda. Una sola palabra bastó para cortarme la respiración.
—Oh, está bien, Alexander. No he venido para regodearme—Hizo una pausa—. ¿Vas a dejarme pasar al menos? ¿O es que a parte del sentido del humor, has perdido también la educación?
Un silencio se instaló en el apartamento hasta que la puerta se cerró y una serie de pasos resonaron por la estancia. Me tensé, preparada para correr el tramo de escaleras que faltaba en caso de que Hiram se dirigiera hacia mi posición. No fue necesario. Por la cercanía de las voces, supuse que se habían quedado cerca de la pequeña mesa que se situaba entre el salón y la cocina americana.
—Ya que no te veo de muy buen humor, querido Alexander, voy a ir directo al grano—Una ligera pausa precedió a las siguientes palabras—. ¿Dónde está Pandora?
Alexander tardó en responder. Mis ojos se abrieron y mi respiración se agitó al escuchar aquel nombre. Algo en mi memoria resonó como un eco lejano. Un recuerdo olvidado. Mi atención volvió al presente cuando la conversación se reanudo.
—No sé quién es. No sé de qué me estás hablando—La respuesta fue sincera e impaciente. A Alexander no le estaba gustando el cariz que estaba tomando la conversación.
—Alexander…tú y yo hemos pasado por mucho. ¿No quieres juegos? Bien. Sin Juegos—El tono de voz de Hiram se tornó más grave, más amenazador—. Dime done está la chica. ¿La tienes por aquí escondida?
—No sé nada de ninguna chica, Hiram. No conozco a ninguna Pandora. Te estás equivocando—La impaciencia se tornó en preocupación. No podía ver sus expresiones pero me bastaba con la voz para saber que algo malo estaba a punto de pasar.
—Te creo—Hiram sonó convencido. Casi satisfecho con las palabras de su interlocutor—. Es una lástima, la verdad. Esperaba que tuvieras tú a la chica.
— ¿Por qué? Si no está conmigo ¿Con quién está? —La preocupación evolucionó a miedo y es que Blacknight temía oír la respuesta del Lord.
—Creo que ya sabes la respuesta, rubito—Una sonrisa malvada se deslizó por el rostro de Hiram—. ¿Has tenido noticias de tu querida hija últimamente?
— ¡Hiram…! —El miedo dio paso a la ira. Los peores temores del líder de Ouroboros estaban cobrando forma. Después de tantos años…sus demonios no le dejan tranquilo.
—Tranquilo, Alexander—Drent alzó la voz para aplacar el sobresalto de su viejo enemigo—. Te acuerdas de Kyren Deville ¿verdad?
No pude ver la expresión de Alexander pero el silencio duró poco.
—Eso imaginaba…—Un toqué de diversión destiló de esas dos palabras—. Puedo hacer que Samantha resulte ilesa de ese desafortunado encuentro que probablemente este teniendo lugar ahora mismo pero…
—Quieres la pieza ¿no? —Esta vez la calma helada de Alexander me petrificó.
—Oh, Blacknight, tú sí que me conoces.
—Si te doy la pieza ¿Prometes que no le harás daño a Samantha? ¿Nos dejarás tranquilos? —La pregunta pareció resonar por toda la casa con fuerza, casi como un ruego desesperado.
—Te doy mi palabra—Hiram lo dijo con solemnidad aunque me temía que su palabra no valía nada.
—De acuerdo. Vamos. Te daré lo que quieres—La decisión con que dijo Alexander esas palabras me pilló por sorpresa. ¿Qué pasaba conmigo?
— ¿En serio? Esto ha sido más fácil de lo que pensaba—Una ligera risa flotó en el ambiente—. ¿Ahora mismo?
— ¿Tienes algo mejor que hacer? —Esta vez fue Alexander quién sonó amenazante.
—No, soy todo tuyo—Oí pasos—. Después de ti.
Los pasos se alejaron. La puerta del apartamento se abrió y luego se cerró. Esperé varios minutos. En silencio. Sin moverme. Acabé bajando los escalones uno a uno. Aguanté la respiración y me asomé. No había nadie. Era la única en el apartamento. ¿Se había ido? Recorrí con los ojos el espacio vacío. ¿Qué iba a hacer yo ahora?
El teléfono fijo comenzó a sonar. Salté en el sitio y ahogué un grito de sorpresa. A estas alturas no creía en las coincidencias. Con prudencia, me dirigí a la pequeña mesa al lado del sofá donde se encontraba el dispositivo. Lo cogí con manos temblorosas.
— ¿Sí? —Me atreví a decir.
— ¿Alexander? ¿Papá? ¿Quién es? —Me respondió una voz de una chica joven. ¿Sería Samantha?
—Ariel. Soy Ariel. Tu padre…
— ¡¿Ariel?! —Una voz conocida sonó al otro lado. Le sucedieron una serie de murmullos—. Ariel, soy Dedral. Cuéntame lo que ha pasado.
Por extraño que pareciera, me sentí aliviada al escuchar su voz pero a la vez sentí un vacío en el estómago. Se avecinaba lo peor, lo que tanto temía, estaba a punto de comenzar.

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martes, 24 de abril de 2018

Uno de esos días

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Era uno de esos días en los que todo lo veía en blanco y negro. A pesar de que el Sol se alzaba brillante sobre el cielo, los rayos no llegaban a rozarle la piel, a iluminar sus ojos. Uno de esos días en los que todo parece un poco más difícil, un poco más imposible. Los sueños se desdibujan y las inseguridades salen de las sombras para acariciarla.

Se miró al espejo y su reflejo le devolvió una mirada lúgubre. Las ojeras parecían más profundas, la piel más pálida, el pelo más despeinado. Uno de esos días en los que no sabía si quería hacer cosas o estar tumbada en la cama mirando el vació existencial que se dibujaba en el techo de su habitación. No había ninguna razón en especial para que ese día fuese así. No había pasado nada en especial. Ningún evento había causado las ondas en el agua del estanque. Simplemente, era uno de esos días. Los monstruos de la mente deciden bailar por los rincones más oscuros, y ella, espada en mano, con resignación trata de ahuyentarlos de nuevo.  

Curiosamente en ese estado de malestar mental, uno de los primeros mecanismos de defensa era ponerse con los estudios y obtener resultados productivos de sus acciones para sentirse a gusto momentáneamente. El segundo mecanismo de defensa era escribir. Poner los pensamientos en palabras los dotaba de forma y sentido. Los situaba en un lugar concreto, les daba voz, los racionalizaba. Dejar la mente fluir tratando de remover filtros era un asombroso y reconfortante ejercicio que había perdido la costumbre de realizar y le pasaba factura.

Ella sabía que era temporal. Uno de esos días, de esos malditos días, en los que todo está más oscuro y la noche dura más que el día. Sabía que pasaría y también sabía que llegarían más días como ese. Hay cosas que no se pueden evitar ni solucionar. Y por muy fuerte que se hubiese vuelto, la ansiedad y la inseguridad no la dejaban tranquila. Tozudas como tozuda su determinación de estar bien, era un tira y afloja que no siempre conseguía ganar.

Solo tenía que esperar a que la tormenta pasara y el mar volviese a estar en calma. Los truenos y rayos parecían no tener fin, la negrura del cielo era cada vez más amenazante y las olas no paraban de crecer. Al fin y al cabo, era uno de esos días.

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martes, 10 de abril de 2018

27. Kayser - ¡Sorpresa!

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Colgué la llamada y me guardé el móvil de nuevo en el bolsillo trasero de los pantalones. Me giré hacia el hombre que permanecía atado, golpeado y amordazado en una silla enfrente de mí. La oficina estaba iluminada únicamente por una lámpara en una esquina de la estancia. Había papeles desperdigados por el suelo, la pantalla del ordenador rota al lado del escritorio, y el resto de utensilios de oficina también habían acabado por todos lados. ¿Por qué ofrecían resistencia siempre?
—Bueno, Terry, lamento mucho esto—Alcé los hombros fingiendo un profundo arrepentimiento—. Creía que teníamos más tiempo pero resulta que tengo que estar en Londres lo antes posible—Sus ojos brillaron con miedo—. Lo sé, lo sé, a mí tampoco me hace gracia. Es una pena que nuestro encuentro tenga que acabar tan rápido.
Me acerqué a él y pase los dedos enguantados por su barbilla. Olía su miedo, su preocupación, su rabia, su tensión…Sonreí.
—Terry, dime que vas a ser un buen chico y me vas a dar el código de la caja fuerte sin crearme más problemas. Dímelo, y te dejaré vivir—Inclinada sobre él, apuntándole con el arma, percibí la duda en sus ojos. Era una oferta tentadora pero mi objetivo, en un acto valeroso e inútil, la rechazó negando con la cabeza.
Chasqueé la lengua. ¿Qué necesidad había de complicar las cosas? Nunca aprenden. Le agarré el mentón con los dedos y clavé mis ojos en los suyos.
— ¿Temes a la muerte, Terry? Porque estoy a punto de hacer que la desees con todas tus fuerzas—Le solté el mentón. Me guardé la pistola y procedí a romperle los dedos uno a uno.
Los gritos se vieron ahogados por la mordaza improvisada con su corbata y un pañuelo que le había puesto en la boca. A cada crujido, un nuevo espasmo de dolor, un grito ahogado, una súplica, lágrimas rodando por sus mejillas. No tenía pensado ser tan brusca pero la llamada de Samantha me había preocupado.
Sorprendentemente aguantó hasta el cuarto dedo de la mano derecha. Luego comenzó a recitar una serie números, de forma entrecortada y ahogada por la mordaza. Se la quité y obtuve la combinación la caja de seguridad que se encontraba detrás de un cuadro en la oficina. Un clásico.
— ¿Ves, Terry? Algo tan fácil no requería tanto sufrimiento—Introduje el código. La caja se abrió con un bonito chasquido.
— ¡Eres un monstruo! —gritó el pobre desdichado retorciéndose de dolor e intentando soltarse sin mucho éxito de mis ataduras.
—Y tú eres el responsable de numerosos asesinatos resultado de la red de tráfico de personas en la que estás implicado—Saqué la carpeta de documentos y los discos duros que había en la caja—. Nadie es perfecto, Terry. Piensa que soy algo así como el karma en tu caso.
Guardé todo en la mochila que había traído. Me la colgué al hombre y apunté con la pistola a un desdichado Terry.
—Espera. Me dijiste que si te daba la contraseña no me matarías—El pánico bailó entre sus palabras. Ingenuo.
—Cierto, eso dije—Asentí con la cabeza—. Mentí.
Apreté el gatillo. Un tiro certero entre los ojos. El hombre cayó hacia atrás aún atado a la silla. El encargo incluía su muerte. El trabajo es el trabajo. El cliente paga, yo ejecuto. Me dirigí hacia la salida satisfecha con el resultado.

Tardé más de lo que me habría gustado en llegar a Londres. Casi dos días desde la llamada de Samantha. Entre que había arreglado la entrega de los documentos, había recibido el pago y había cogido el vuelo de ida, se me había ido el tiempo. Sumándole que estaba en Australia y había tenido que viajar a Londres. Por suerte, ya estaba en el apartamento de la capital. Llamé al timbre, esperando a que Samantha abriera, intentando no pensar en que algo hubiese pasado en esos dos días y ya no estuvieran allí. Por suerte, no había pasado nada. La puerta se abrió y Samantha me recibió con una amplia sonrisa.
— ¡Kayser! — Se abalanzó sobre mí en un apretado abrazo.
La abracé de vuelta entre risas levantándola del suelo. Cómo la había echado de menos. Me sentí como en casa. Hacía mucho que no la veía, demasiado. Entre el trabajo y Alexander…
—Yo también te he echado de menos—dije mientras la volvía a dejar en el suelo. Sus ojos brillaban por la emoción. Estaba más delgada que la última vez y parecía más mayor. No pude sino sentirme orgullosa de ella. Habíamos pasado por mucho y ahora habíamos encontrado un poco de tranquilidad.
—Pasa, pasa—Me hizo gestos para que entrara y cerró la puerta cuando pasé el umbral—. Pandora, esta es Kayser.
Una chica de pelo azul ondulado salió de la cocina y fijó sus ojos verdes en los míos. Era un poco más alta que Samantha, unos años más mayor. Los rasgos afilados, la mirada astuta y parecía que se estaba recuperando de una mala época. Aún estaba pálida pero había recuperado un poco de color. No parecía que tuviera malas intenciones, solo un pasado complicado pero todos lo teníamos.
—Encantada—Le extendí una mano acompañada de una sonrisa. La chica me la estrechó con fuerza.
—Igualmente. Samantha habla maravillas de ti—Intercambiaron miradas cómplices y Sam me guiñó un ojo.
Sacudí la cabeza con humor y procedí a quitarme el abrigo, dejándolo sobre la barra americana de la cocina que se situaba la derecha de la puerta de entrada y colocar la maleta donde no molestara, en una esquina. El apartamento parecía el mismo de siempre. Simple pero cómodo, muy parecido al que tenía Samantha pero algo más grande y espacioso.
Me senté en uno de los sillones del salón, que estaba al fondo y las dos chicas se colocaron en frente de mí. Prefería dejar las cosas claras desde un principio. Por desgracia, no estaba allí por placer.
Pandora comenzó a relatarme una complicada historia que provocó que me tensara. Aquel era un lío muy gordo, no me hacía gracia verme envuelta en aquello y menos que Sam y Ouroboros estuvieran también en el ajo. No era bueno y no parecía que fuese a mejorar. Pandora estaba asustada y razones tenía. Creía que Orizont la quería para algo y que el líder, supuestamente muerto, de la organización criminal que la había estado reteniendo iba también tras ella. No pintaba nada bien.
—Vale, lo primero es sacarte del país. Arreglaré todo para que puedas irte sin problemas—Crucé las manos pensativa mientras mi mente comenzaba a hacer cálculos y una lista de cosas que hacer y gente a la que llamar—. Voy al baño, ahora vuelvo chicas.
Pandora fue a decir algo pero ante una mirada de Samantha decidió callarse. No le di mayor importancia y me dirigí hacia el baño. Necesita un trago de agua fría y refrescarme la cara. El cansancio de los vuelos y el jet-lag me estaba pasando factura y la conversación con Pandora no ayudaba. Tenía la sensación de que aquello era más grande de lo que parecía, que había mucho más en juego de lo que Pandora sabía, que Ouroboros podría volver a estar amenazada por las mismas personas que la última vez.
Traté de quitar los recuerdos de mi mente. Sin embargo, la idea de que la organización de la que hablaba Pandora fuera la misma a la que pertenecía en su día Hiram no dejaba de provocarme un nudo en el estómago. No quería volver a pasar por aquello, no quería que Samantha volviese a pasar por aquello. El agua fría sobre mi piel repetidas veces ayudó a despejar mi mente y aclarar mis ideas. Bebí del grifo después de secarme la cara y me quedé mirando mi reflejo. Había que actuar rápido antes que…Oí un grito seguido de voces alteradas. Algo estaba pasando. Salí del baño y comencé a oír con más claridad la conversación. No eran solo Sam y Pandora, oí claramente la voz grave y cabreada de un hombre. Sin verle, solo por la voz, se notaba la autoridad que tenía. Se nos habían adelantado.
—Pandora, vas a venirte conmigo—La voz del hombre no admitía réplica. Se notaba que creía tener la situación bajo control.
—Deberías de estar muerto—Las palabras de Pandora temblaron con verdadero pánico mientras me situaba contra la pared del pasillo que acababa en la entrada de la casa donde estaban situados los tres. Podía ver a Samantha y a Pandora pero el hombre seguía fuera de mi rango de visión.
—Creo que es obvio que no lo estoy—respondió con sorna pero su tono seguía teniendo ese cariz grave y cabreado que no era buena señal—. Ambos sabemos que no tienes otra opción, Pandora. No compliques más las cosas.
—No te la vas a llevar—Samantha intervino con su obstinación tan característica.
Rodé mis ojos ante su imprudencia. Hay cosas que no cambian.
—Esto no va contigo, Blacknight—Incluso sin verle percibí la ira al decir esas palabras—. Mantente al margen y quizás consigas seguir respirando.
Me tensé más de lo que querría aceptar. Nadie amenazaba a mi familia. Cerré los puños y traté de respirar profundo. Estaba esperando el mejor momento para aparecer en la escena. No nos vendría mal un poco más de información.
—Dedral ¿Dónde está Leonel? ¿Qué has hecho con él? —Pandora se adelantó un paso. Me preparé para moverme en caso de que el inesperado invitado decidiría dejar la charla para luego y comenzar un enfrentamiento.
— ¿Qué he hecho yo? —Su voz comenzó a sonar más gutural. Un leve escalofrío me recorrió la espalda—. Estoy tratando de salvarle por lo que no tengo tiempo para esto. Nos vamos. Ya.
Esa fue mi señal. Salí al recibidor con calma, como si acabase de llegar y aquella fuera una situación normal. Pasé entre las dos chicas, cruzando miradas con Samantha, que quedó aliviada de verme, y me coloqué enfrente del recién llegado. Era algo más alto que yo, con las espaldas anchas, estaba más que en forma. Llevaba unos vaqueros, unas botas, una chaqueta de cuero y una camiseta gris debajo. No parecía demasiado abrigado para el tiempo lluvioso que hacía. Llevaba el pelo grisáceo peinado hacía atrás, con algunos cabellos despeinados que le caían por la frente a los lados. Los rasgos duros y firmes. A pesar del pelo, no conseguía identificar su edad. No parecía tan viejo pero tampoco tan joven. Aunque fueron sus ojos lo que me sorprendió. Era de un azul tan intenso. Un azul claro, como el hielo. Por alguna extraña razón me resultaban familiares y no sabía por qué.
—Va a ser que no—Me planté delante, con las manos en las caderas y una media sonrisa—. Me temo que vas a tener que sacar un poco más de tiempo.
Quedé satisfecha al ver su reacción de confusión al verme. Unos pocos metros nos separaban. Me miró de arriba abajo y me estudió igual que yo le había estudiado a él. Su confusión se vio reemplazada de nuevo por irritación y molestia.
— ¿Y quién se supone que eres tú? —Casi escupió las palabras con cansancio y desdén. Vaya, nuestro amigo era un prepotente arrogante. Que novedad.
—Quién te va a partir la boca como les pongas un dedo encima. Así que relájate un poquito—respondí alzando el mentón desafiante. A mí no me vacilaba nadie a estas alturas. Si quería pelea, la iba a tener.
Dedral alzó las cejas sorprendido por mi respuesta. Alguien no estaba acostumbrado a que le plantaran cara. Se iba a llevar una gran sorpresa entonces. No solo él pareció sorprendido, sino que oí como Pandora aspiraba el aire alarmada.
—Kayser…no le provoques. No sabes de lo que es capaz—Su advertencia era comprensible y sincera. Comprendía su miedo, no dudaba que aquel tipo fuese peligroso, es más, contaba con ello pero yo también. Tenía bastante confianza en mis habilidades. No me iba a dejar amedrentar por alguien tan fácilmente.
Me giré hacia ella y le guiñé un ojo. Pandora me miró incrédula. Por el rabillo del ojo vi sonreír a Samantha. Ella sí que me había visto pelear.
—Deberías hacerla caso. No tienes ni idea de quién soy. Estoy tratando de ser amable pero mi paciencia se está agotando peligrosamente—Sus ojos destellaron con una furia animal acompañados de una sonrisa siniestra.
— ¿Eso es todo lo que sabes hacer, chico malo? ¿Soltar amenazas de mierda esperando a que el resto huya con la cola entre las piernas? —Levanté una ceja con burla—. Ellas no se van a ir a ninguna parte. Así que o te tranquilizas y tenemos una bonita charla como adultos, o…
— ¿O qué? —Soltó una carcajada que resonó por todo el apartamento—. Ya me he cansado. Hazme el favor de quitarte de en medio de una puta vez.
Chasqueé la lengua con desaprobación. Lástima.
— La puerta, Pandora —dije alzando la voz.
Pandora tardó unos segundos en comprender mi orden. La puerta del apartamento que se encontraba abierta detrás del hombre se cerró de golpe. Justo después fue cuando le pegué la patada en el pecho a Dedral que le impulsó hacia atrás contra la puerta.
— ¡Pistola! —grité al tiempo que Samantha, previendo mis movimientos, se había abalanzado sobre el abrigo que había dejado sobre la barra americana de la cocina a la derecha, sacando la pistola que llevaba en el bolsillo interior. Me lanzó el arma, justo al tiempo que alargaba la mano para cogerla.
El primer disparó fue hacia la pierna derecha del hombre. Soltó un quejido de dolor. Le coloqué el armo bajo la barbilla y apoyé la mano izquierda sobre la puerta, quedándome a escasos centímetros suyos.
—No deberías haberme interrumpido. Ahora dime ¿Vas a tranquilizarte de una vez? —Sentí su respiración al tiempo que hablaba. El calor de su cuerpo, el olor de su colonia, la tensión...y sus ojos clavados en los míos. Pude ver en ellos no solo ira sino una diversión inquietante. No estaba siquiera afectado por el disparo en la pierna. Como si no hubiera pasado, lo cual no era buena señal. Quizás Pandora tenía algo de razón.
—Oh sí, estoy muy tranquilo—La calma helada con la pronunció esas palabras hizo que tragara saliva de forma inconsciente—. No deberías de haber subestimado mis amenazas.
La temperatura de la habitación comenzó a descender peligrosamente. Mi aliento comenzó a formar una pequeña nube de vapor. Una fina capa de hielo comenzó a extenderse por las paredes. Oí a Samantha y a Pandora retroceder varios pasos.
—Kayser…—La advertencia de Pandora llegó demasiado tarde.
Dedral se movió más rápido de lo que esperaba. Me dio un cabezazo en la nariz que me arrancó una exclamación de dolor. Me empujó hacia atrás mientras me agarraba tan fuerte la muñeca derecha que me hizo soltar el arma. Lo siguiente fue un puñetazo en la boca del estómago que hizo me doblará en dos sin aliento. Aquello no estaba saliendo como lo había planeado.
Percibí movimiento a mis espaldas. El arma comenzó a levantarse del suelo.
—De eso nada—masculló Dedral. Con tan solo mirar el objeto, el arma explotó en un montón de pedacitos que salieron disparados por la habitación. Ambas chicas gritaron. Yo conseguí volver a incorporarme.
— ¿Estoy lo suficientemente tranquilo ya, Kayser? —Sonrió con burla. Sus ojos brillaban de una forma muy poco humana. Había quedado claro que le había juzgado mal. El tipo era poderoso, sabía lo que hacía pero no contaba con que yo ahora ya sabía a qué me enfrentaba.
Con una expresión triunfante hizo un gesto con la mano y…no pasó nada. La confusión reemplazó a la victoria. Ahora fue mi turno de sonreír con sorna.
—Vaya ¿Tus truquitos de magia no funcionan? —Me acerqué a él en dos zancadas—. A ver qué te parece este que tengo yo.
Le solté un puñetazo en el lado izquierdo de la cara que hizo que casi se cayera al suelo.
—Por cierto, soy inmune a la materia sihir—Le agarré de la camiseta—. Sorpresa.
Tiré de él hacia la barra americana de la cocina, le puse la mano en la coronilla y le estampé la cara contra la encimera. Esta vez sí que le arranqué un grito de dolor más satisfactorio.
Le agarré el brazo izquierdo y se lo retorcí en la espalda mientras le sostenía contra la encimera de piedra. Oí como gruñía de dolor y rabia. La temperatura comenzó a restablecerse debido a que estaba manteniendo contacto físico con él, bloqueándole.
—No voy a repetírtelo más veces. Estate quietecito—Apreté más contra la superficie piedra. Creía que ya tenía todo bajo control.
Respiré un par de veces mientras seguía ejerciendo presión. No había estado mal. Volteé la cabeza para mirar a Samantha y a Pandora que, inmóviles, observaban la escena. Esbocé una sonrisa tranquilizadora.
Dedral se incorporó de repente empujándome hacia atrás. Movió el brazo de tal forma que me obligó a soltar el agarre. Acto seguido, me agarró del cuello con una mano y me alzó sobre el suelo. Se movió hacia delante, giró hacia la izquierda y me puso contra la pared con fuerza. Un quejido de dolor salió de mi boca pero su mano apretaba mi cuello y encontraba difícil hablar y casi respirar.
Su mirada hizo que mi estómago se contrajera. Esos ojos, esa rabia animal, era un abismo oscuro y profundo que parecía tragárseme a cada segundo. ¿Por qué tenía la sensación de que ya había visto aquel mar de desolación en sus ojos? El aire vaciaba mis pulmones, y no conseguía entrar de vuelta. Le agarré de la muñeca pero no conseguí si quiera moverle el brazo. Los sonidos comenzaron a hacerse distantes y lejanos. Creí oír gritos pero mi mente se estaba espaciando. Necesitaba respirar.
—Oh, lo siento, querida ¿Estoy apretando demasiado fuerte? —Su voz llego alta y clara traspasando mi mente como un cuchillo helado.
Activó en mi mente un recuerdo que había reprimido durante todos estos años. Como un resorte, la memoria de aquel fatídico momento cuatro años atrás apareció como la escena de una película en mi mente. La misma voz, los mismos ojos azul hielo como un pozo sin fondo. Recreé el pasado como si fuera el presente y sentí de nuevo como la vida se me escapaba en manos de aquel hombre. Una vez más, intenté moverme pero mi cuerpo no respondía.
El impacto llegó de improviso. No me di cuenta de lo que paso hasta que golpeé el suelo y conseguí coger una bocanada de aire tras otra oxigenando de nuevo mis órganos. Como un pez fuera del agua, tosí y respiré a partes iguales, hasta que mis sentidos se fueron recuperando y el dolor se mitigaba un poco. Alcé la vista para ver a Sam a pocos metros de mí, con las manos en llamas avanzando hacía el que sería Dedral detrás de mí. Conseguí alzar un brazo en su dirección, indicándola que parara. Aquello iba a acabar ya.
Con una renovada furia que había guardado durante cuatro largos años, saqué de la bota izquierda que llevaba un pequeño cuchillo. Me incorporé a duras penas, con un dolor punzante en la garganta y en la cabeza. ¿Por qué no me estaba recuperando como solía hacerlo normalmente?
Aunque el mundo me daba vueltas, me alcé cuchillo en mano, la cual puse tras la espalda, con la vista fija en mi objetivo.
—Ky…—Tosí de nuevo antes de poder proseguir. Dedral estaba levantándose después de haber sido impulsado contra la pared por la descarga de Samantha—. Kyren Deville.
Dedral frunció el ceño mientras se quitaba la chaqueta de cuero parcialmente calcinada por el impacto de las llamas. Ladeó la cabeza sin comprender lo que estaba pasando.
— ¿Perdona? —masculló abriendo y cerrando los puños.
—Kyren Deville—repetí el nombre y apellido como si fuera veneno en mi boca—. Eres tú ¿verdad? El maestro de Hiram. El líder de la organización criminal a la que él y Galagor pertenecen.
—Hace tiempo que no uso ese alias—Levantó una ceja—. ¿Nos conocemos?
— ¿No te acuerdas de mí? —Aquello no hizo sino aumentar mi rabia. El muy hijo de puta ni siquiera me reconocía—. Déjame refrescarte la memoria. Kate Clearmoon.
Esta vez la sorpresa recorrió todo su rostro. Noté sus pupilas dilatarse con conmoción. Sus músculos se tensaron. Su respiración se agitó.
—Eso es imposible—Sus ojos me recorrieron con rapidez—. Maté a Kate, hace cuatro años, cuando acabé con Ouroboros. Está muerta.
Su vista se dirigió a Samantha como confirmación a sus palabras. No me molesté en girarme para ver su reacción. Solo tenía ojos para el hombre que había destrozado mi vida hace cuatro años.
—Me lo dicen a menudo—Me preparé para saltar sobre él—. El karma es un hijo de puta ¿verdad?
En una zancada estaba sobre él. Alcé la mano con el cuchillo y se lo clavé en el cuello con precisión.
—Ha sido un placer conocerte, querido—Susurré a su oído las mismas palabras que él me había dicho, años atrás, antes de sacar el cuchillo de mi costado y dejar que me desangrara en el frío suelo.
Me aparté y dejé caer su cuerpo inerte sobre el suelo del apartamento. Una mancha carmesí comenzó a formarse a su alrededor. Me quedé mirándolo como si se tratara de un sueño. No podía creérmelo.
—Joder…—El comentario de Pandora me sacó del ensimismamiento en el que me había sumido—. ¿Está muerto?
Sacudí la cabeza para despejarme. Me arrodillé al lado del cuerpo y le tomé el pulso. No tenía. Ni un solo latido.
—Si—dije por respuesta mientras me volvía a incorporar.
Los ojos de Samantha encontraron en los míos. Pude ver también su incredulidad, su dolor al recordar el pasado y el alivio de haberlo arreglado en el presente. Habíamos cerrado un capítulo que dolorosamente había seguido abierto. Sin embargo, seguía sintiendo una profunda inquietud y malestar y no sabía cuál era la causa.
—Deberíamos de haberle sacado más información. Ahora seguimos igual que antes—Se lamentó Pandora mientras retrocedía hasta uno de los sillones y se apoyaba en el respaldo—. ¿Le conocíais entonces?
—Hace mucho—contestó Samantha—. Es una historia muy larga, el final de nuestra “organización”…
No terminó la frase y no hizo falta. Demasiado doloroso, demasiados recuerdos. Pandora se limitó a asentir de forma ausente. Di un par de pasos más distraída ¿Ahora qué? Un pesado silencio se estableció en el apartamento como si fuese una densa niebla. Sam se acercó y me abrazó sin decir nada. La abracé de vuelta y nos quedamos así, abrazadas, digiriendo aquello.
No nos dio mucho tiempo a descansar, ni a procesar que acababa de pasar. Ni si quiera un breve respiro para relajarnos. Caprichoso el destino, que nunca deja de sorprenderte.
—He de admitir que eso me lo merecía.
Abrí los ojos al tiempo que se me formaba un nudo en la garganta. Samantha se apartó de mí y pude ver lo pálida que estaba, con los ojos abiertos como si hubiese visto un fantasma. La exclamación ahogada de Pandora nos confirmó que no nos los estábamos imaginando.
—Bueno, supongo que ya estamos igualados ¿no, Kate?—Dedral se sacó el cuchillo del cuello y comenzó a incorporarse—. Yo te mato y sigues viva. Tú me matas y ¡tachán! Sigo vivo.
Lo que más me llamó la atención fueron sus ojos. El azul se había intensificado, como si una tormenta de nieve estuviera atrapada en su iris. Aquello no podía estar pasando.
—Sí, soy inmortal—Alzó los brazos con soltura—. ¡Sorpresa!

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