miércoles, 23 de enero de 2019

30. Samantha - Lluvia y ansiedad.

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Kate y Pandora salieron del piso en una exhalación. Los ojos de Kate se cruzaron con los míos antes de hacer su salida airosa por la puerta. Vi el miedo en ellos. Ese pánico que llevaba años sin ver, que me había partido el alma la primera vez que lo vi. Sabía que iba a ser duro para ella. Para todos. También me prometí en su día evitarlo y es lo que iba a hacer.
Me giré para enfrentarme a Dedral. Parecía mentira que estuviese allí. Después de tanto tiempo, tanto sufrimiento, el artífice de nuestros demonios…Sacudí mis pensamientos y me mordí la lengua. No. No iba a permitir que me intimidara. Aquella época había pasado. Era fuerte y capaz de hacerle frente a él y a cualquier que se pusiera delante.
—Tenemos que irnos nosotros también—Se pasó una mano por el pelo algo despeinado. Aún seguía manchado de sangre y con pinta amenazante—. ¿Vas a darme problemas?
Guardé silencio unos instantes. Consideré iniciar una pelea con él pero si Kate apenas había podido las probabilidades de que yo lo hiciera eran bajas. Tendría que esperar de momento.
—No. Mientras no me provoques…—respondí alzando el mentón.
Dedral no pareció inmutarse por mi sutil amenaza. Ignoró mi comentario con total indiferencia.
—Bien porque no estoy de humor. Vamos, hay cosas que hacer—Señaló la puerta y me di cuenta del cambio de actitud. No había rastro de la burla y comedia de antes. Su voz se había tornado dura como el acero y su semblante, ahora inescrutable, hacía que te plantearas contener la respiración en caso de que un leve suspiro desatara su furia.
—Tengo mis cosas…—Comencé la frase mirando hacia donde se encontraban las habitaciones pero Dedral me cortó sin miramientos.
—Sal.
Una sola palabra y mi estómago se contrajo. No me moví del sitio. Traté de controlar la ansiedad que me invadía.
— ¿Puedo coger al menos un abrigo? —Apreté los labios al final de la pregunta y esperé. Guardaba un móvil de repuesto en caso de emergencias y estaba en mi maleta, en la habitación. Necesitaba llegar a ese móvil.
—Samantha—Dedral dio un paso y se quedó a escasos centímetros de mí cara—. Si tengo que repetírtelo una tercera vez no te va a gustar. Sal del puto apartamento. Ya.
No le hizo falta alzar la voz. A la mierda el móvil. Resignada me dirigí a la salida. Dedral me siguió cerrando la puerta del apartamento de un portazo. Las paredes temblaron.
Llamé al ascensor que no tardó en llegar y ambos bajamos en silencio hasta la última planta. Aunque ya no llovía a mares como antes, una leve y suave llovizna cubría el ambiente. El color gris del cielo acompañaba el gris de mis pensamientos. Giramos en una callejuela a la derecha del bloque de edificios, nos dirigimos hacia un coche negro aparcado silenciosamente en uno de los lados de la calle. Dedral abrió el automóvil y las luces se encendieron brevemente.
—Coge al perro en la parte de atrás y llévatelo adelante. Se pone un poco nervioso así que trata de calmarle—Se metió en el asiento del conductor sin añadir nada más, dejándome sin palabras.
¿Había dicho que cogiese a un perro? Decidí no cuestionarme lo que estaba pasando y abrí una de las puertas de los asientos traseros. Efectivamente había un pequeño cachorro de Pitbull, de color negro y blanco en el asiento trasero. Me miró con unos ojitos azules y movió la cola con ilusión.
—Hola, pequeño—Me acerqué a él despacio. Le acerqué la mano y poco a poco se acercó para olerme—. Tenemos que ir adelante ¿vale?
El perro no me contestó ni esperaba que lo hiciera. Dejé unos instantes para que se acostumbrara y seguidamente traté de cogerle con suavidad. Sorprendentemente el perrito no puso ninguna objeción y se dejó hacer, contento incluso de aquel repentino cambio. Cuando le cogí, bien sujeto, cerré la puerta con el pie. El perro me lamió la mejilla y me sacó una sonrisa. La puerta de adelante se abrió sola y me metí con cuidado de no lastimar al pequeño. La puerta se cerró de nuevo sola y Dedral arrancó el coche. Con cuidado, puse al perro en mis piernas y me abroché el cinturón. El Pitbull buscó a Dedral y éste alargo la mano para acariciarle. ¿Era su dueño? ¿Por qué tenía un perro?
Nos pusimos en marcha, sujete al pequeño contra mí, acariciándole con cariño y salimos a las ajetreadas calles londinenses. Me armé de valor y me arriesgué a hacer una pregunta que me estaba matando por dentro.
— ¿Qué vas a hacer con el perro? —Quizás me tembló la voz con la sola idea de que pudiera hacerle algo a aquel cachorro tan inocente. Dedral me miró brevemente y soltó un suspiro molesto.
— ¿Por qué todo el mundo me hace la misma pregunta? —Paró un semáforo sacudiendo la cabeza—. Se llama Lecter y no, no voy a hacerle nada. Me apetecía tener una mascota.
Alcé las cejas con sorpresa. Que alguien como él quisiera tener una mascota y no usarla para otros fines más…desagradables me pilló por sorpresa. No sabía si lo decía en serio o no pero decidí no indagar más en el tema. Miré a Lecter y éste me miró de vuelta. Me lamió un poco la mano y le respondí con una sonrisa. Parecía estar sano y bien cuidado.
—Kate está viva. ¿Se puede saber por qué? ¿Qué pasó? —Dedral decidió romper el silencio mientras nos volvíamos a mover.
Le miré con recelo. Aquel tema me tocaba muy dentro y no me hacía mucha ilusión hablarlo y menos con él. Tampoco tenía otra opción siendo realistas.
—No lo sé—Fijé mi mirada en un punto aleatorio de la carretera—. Todos la dimos por muerta y un día apareció. Sin más. Ella no recuerda nada. Tratamos de investigar pero no encontramos nada que nos dijese que había pasado. Supongo que acabamos suponiendo que no estaba del todo muerta, alguien la habría encontrado y cuidado de ella hasta que se hubiese recuperado del todo y a causa del trauma. Su memoria está dañada.
—Estoy bastante seguro de que la dejé muerta cuando salí de esa habitación—masculló Dedral a modo de respuesta mientras avanzábamos por el tráfico londinense. Traté de mantener la compostura.
— ¿Igual de seguro de que nadie te derrocaría y seguirías siendo el líder invicto de tu imperio del mal? —Lo dije sin pensar y al instante me arrepentí. No era buena idea hacerle enfadar.
Sin embargo mis palabras no causaron enfado, sino lo contrario. Se echó a reír.
—No tenéis ni idea de nada—Se regodeó en lo que sea que le parecía gracioso de la situación—. Samantha, verás, los imperios se crean y caen por su propio peso. Es el orden de las cosas. Sí, he levantado un imperio y lo he mantenido todo este tiempo pero era consciente de que si no era Hiram, otra persona habría venido a derrocarme o alguna otra cosa habría pasado. Tengo literalmente todo el tiempo del mundo para crear otro imperio si me da la gana. Eso no es un problema—Me miró brevemente con una sonrisa siniestra.
— ¿No estás enfadado? —Le miré con incredulidad ante sus palabras—. ¿No vas a hacer nada al respecto?
—Por supuesto que sí. Obviamente ahora tengo que acabar lo que he empezado. Nadie me falta el respeto de esa forma y si no lidero yo mi propio imperio, nadie más lo va a hacer—Sus ojos brillaron con malicia—. Hiram va a pagar por lo que ha hecho y cualquier persona que se interponga en mi camino también. No solo tengo una reputación que mantener, a mí nadie me tose y sale impune.
Guardé silencio ante esa nueva información. Lo habíamos enfocado mal. No solo eso, le habíamos juzgado mal. El hombre que tenía al lado tenía motivaciones mucho más complejas de lo que habíamos presupuesto, lo cual le hacía más peligroso. Joder… ¿En que lío nos estábamos metiendo? Lecter se movió inquieto en mis piernas, probablemente sintiendo mi desolación. Le acaricié tratando de tranquilizarle a él y a mí. Necesitaba hacer una llamada, como fuera.
— ¿Dónde vamos? —Dudaba que Dedral me contestara algo útil. Aun así, tenía que probar. ¿Ganar tiempo? ¿Más información? Cualquier cosa me valía.
— ¿Tan nerviosa te pongo, Samantha? —Esbozó una sonrisa mirándome de reojo—. Eres la garantía que tengo. No voy a hacerte daño a no ser que Kate no cumpla con su parte. Deberías intentar relajarte. Créeme, ahora mismo estás más segura conmigo que en cualquier otro sitio.
Solté una bocanada de aire y aspiré de nuevo. Me estaba poniendo muy nerviosa. Necesitaba llamar por teléfono pero Dedral no era tonto, no me iba a dejar siquiera acercarme a ningún aparato electrónico. Si no llamaba mi padre…Hiram lo iba a matar. Joder. Joder. Joder. Inspirar, expirar. Inspirar, expirar. “No es momento para un ataque de ansiedad, Samantha” pensé mientras comenzaban a pitarme los oídos. Inspirar, expirar.
— ¿Samantha? —La voz de Dedral sonaba alarmada. No contesté—. ¡Samantha!
Tragué saliva. Eché la cabeza hacia atrás. Perdía la respiración. Comencé a temblar. Lecter empezó a ladrar. Las lágrimas se acumularon en mis ojos.
—Joder—Su voz llegó algo lejana.
Sentí como el coche giraba bruscamente. Nos paramos. Comencé a respirar agitadamente. Me ahogaba. Las lágrimas corrían por mis mejillas. La cabeza me daba vueltas. No podía parar. Me mareaba.
De repente, sentí unas manos agarrarme por los hombros con firmeza. La presión me reconforto.
—Samantha—El sonido me llegaba lejano, como en un sueño—. Samantha, concéntrate en mi voz. Escúchame.
Intenté hacerlo. Intenté agarrarme al sonido de su voz como si fuera un salvavidas en medio de aguas agitadas.
—Bien. Ahora quiero que inspires despacio y profundamente—Mi pecho subía y bajaba de forma incontrolada. Sentía que la fuerza desaparecía de mi cuerpo—. Inspira, Samantha. Ya.
Entre temblores traté de inspirar con fuerza.
—Expira y repítelo—Le oía con más claridad.
Hice lo que me pedía.
—Abre los ojos y mírame. Sigue inspirando y expirando.
Abrí los ojos tratando de seguir con la respiración. Un azul hielo me recibió. Sus pupilas estaban clavadas en las mías. Estaba cerca. Sus manos seguían sujetándome los hombros. Inspirar y expirar.
—Tranquila. Estás bien. Céntrate en la respiración—Hizo una pausa comprobando mi estado—. Tranquila.
Repetí el proceso una y otra vez. Mi respiración era lo único que importaba en ese momento. Fue recuperando la estabilidad guiada por los intensos ojos azules de Dedral. Conseguí tranquilizarme. Me derrumbé sobre el asiento con una sensación leve de mareo. Sentí que Lecter me lamía la mano izquierda. Benditos animales.
—Samantha…entiendo que la situación pueda resultar algo inquietante pero dudo que mi presencia o mis palabras hayan sido capaces de crearte un ataque de ansiedad—Dedral hizo una pausa controlada—. Dime que está pasando.
Aparté mi mirada de la suya. La intensidad de sus ojos me creaba un malestar en el cuerpo difícil de ignorar. Miré al frente, al parabrisas golpeado incesantemente por las gotas de lluvia. Tenía que contárselo. Estaba entre la espada y la pared.
—Mi padre…—Tragué saliva—. Alexander no tiene el colgante de Kenazhor. Cuando lo descubra Hiram, le matará.
— ¿Cómo que…? —Dedral no era tonto y no le tomó mucho tiempo atar un par de cabos—. Samantha ¿Quién tiene el colgante? ¿Qué hiciste?
Le miré angustiada.
—Declan—susurré al tiempo que cerraba los ojos tratando de mantener a raya las lágrimas que amenazaban con volver a suicidarse por mis mejillas.
— ¿Qué? ¿Por qué? —Levantó la voz alarmado. Su reacción era comprensible—. ¿Por qué cojones tiene Declan el maldito colgante?
—Porque nos destruiste. Nos quitaste todo en lo que creíamos, nos hundiste…—murmuré con dolor—. Kate estaba muerta…mi padre destrozado…Decidí tener un plan de contingencia por si todo volvía a derrumbarse. Sé que no fue mi mejor decisión y quizás una muy mala idea pero tenía que hacer algo. Tenía…Hice un trato con Declan. Le entregué el colgante, a cambio de protección, una carta blanca. En cualquier momento podría llamarle y pedir su ayuda. Me dio un colgante falso. Una réplica muy muy buena. Mi padre creyó que era el verdadero y es lo que va a darle a Hiram.
Dedral golpeó el volante con furia. Di un respingo. Lecter gimió. Le acaricié y susurré palabras tranquilizadoras mientras Dedral se pasaba una mano por el pelo con nerviosismo.
—Te pareces demasiado a tu padre—suspiró.
—Tengo que llamar a Declan. Me dio un número y me dijo que siempre estaría disponible—Tragué saliva—. Por favor.
—No creo que solucione nada—Se limitó a contestar.
— ¿Por qué?
—Porque Declan está en una de las prisiones de más alta seguridad del mundo. Nadie va a contestar a esa llamada—Golpeó su cabeza con el respaldo del asiento mientras cerraba los ojos.
Un vacío se cernió sobre mí. Sentí como una profunda y fría desesperación me cubría. Se me secó la boca. Declan no estaba disponible. Nunca había pensado que algo así pudiera pasar.
— ¿Qué hace en prisión? —Fue más un pensamiento en alto que una pregunta directa. No esperaba respuesta pero Dedral me la dio sin dudar.
—Le metí yo—Levantó una mano a modo de pausa—. Y antes de que me hagas más preguntas, le metí ahí porque es una persona inestable, impredecible, manipuladora y no me apetecía tenerle molestando por ahí. Así que preferí tenerle bajo control en un agujero oscuro.
Lo cierto es que Dedral tenía un punto a su favor. Lo que había dicho era razonable y Declan estaba, sin ninguna duda, mejor bajo llave pero ahora mismo hubiera deseado que estuviera en libertad dando rienda suelta a su sociopatía.
— ¿Y ahora qué? —Miré desconsolada a través del parabrisas. No había respuestas en la lluvia, ni en el cielo gris. Solo incertidumbre.
—He hecho un puñetero pacto, no puedo permitir que tu padre sufra ningún daño. Aunque tengo muchas ganas de arrancarle la cabeza y la espina dorsal del tirón con mis propias manos. Dime a dónde han ido a por la pieza y quizás lleguemos a tiempo—Mantenía la voz en un registro neutral, calmado. Lo cual era escalofriante porque la frialdad y fuerza de sus palabras hacían que quisiese salir de aquel coche corriendo y no mirar atrás.
—El cementerio de Greenwhich—Hice una pausa—. Es donde, en teoría, está enterrada Kate.
—Por supuesto—replicó con sarcasmo mientras arrancaba el coche de nuevo.
Nos pusimos de nuevo en camino bajo la lluvia. Esta vez Dedral iba más rápido. La sensación de malestar no desaparecía. Solo esperaba que llegáramos a tiempo, que nadie muriera...que todo saliese bien. 

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