martes, 10 de abril de 2018

27. Kayser - ¡Sorpresa!

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Colgué la llamada y me guardé el móvil de nuevo en el bolsillo trasero de los pantalones. Me giré hacia el hombre que permanecía atado, golpeado y amordazado en una silla enfrente de mí. La oficina estaba iluminada únicamente por una lámpara en una esquina de la estancia. Había papeles desperdigados por el suelo, la pantalla del ordenador rota al lado del escritorio, y el resto de utensilios de oficina también habían acabado por todos lados. ¿Por qué ofrecían resistencia siempre?
—Bueno, Terry, lamento mucho esto—Alcé los hombros fingiendo un profundo arrepentimiento—. Creía que teníamos más tiempo pero resulta que tengo que estar en Londres lo antes posible—Sus ojos brillaron con miedo—. Lo sé, lo sé, a mí tampoco me hace gracia. Es una pena que nuestro encuentro tenga que acabar tan rápido.
Me acerqué a él y pase los dedos enguantados por su barbilla. Olía su miedo, su preocupación, su rabia, su tensión…Sonreí.
—Terry, dime que vas a ser un buen chico y me vas a dar el código de la caja fuerte sin crearme más problemas. Dímelo, y te dejaré vivir—Inclinada sobre él, apuntándole con el arma, percibí la duda en sus ojos. Era una oferta tentadora pero mi objetivo, en un acto valeroso e inútil, la rechazó negando con la cabeza.
Chasqueé la lengua. ¿Qué necesidad había de complicar las cosas? Nunca aprenden. Le agarré el mentón con los dedos y clavé mis ojos en los suyos.
— ¿Temes a la muerte, Terry? Porque estoy a punto de hacer que la desees con todas tus fuerzas—Le solté el mentón. Me guardé la pistola y procedí a romperle los dedos uno a uno.
Los gritos se vieron ahogados por la mordaza improvisada con su corbata y un pañuelo que le había puesto en la boca. A cada crujido, un nuevo espasmo de dolor, un grito ahogado, una súplica, lágrimas rodando por sus mejillas. No tenía pensado ser tan brusca pero la llamada de Samantha me había preocupado.
Sorprendentemente aguantó hasta el cuarto dedo de la mano derecha. Luego comenzó a recitar una serie números, de forma entrecortada y ahogada por la mordaza. Se la quité y obtuve la combinación la caja de seguridad que se encontraba detrás de un cuadro en la oficina. Un clásico.
— ¿Ves, Terry? Algo tan fácil no requería tanto sufrimiento—Introduje el código. La caja se abrió con un bonito chasquido.
— ¡Eres un monstruo! —gritó el pobre desdichado retorciéndose de dolor e intentando soltarse sin mucho éxito de mis ataduras.
—Y tú eres el responsable de numerosos asesinatos resultado de la red de tráfico de personas en la que estás implicado—Saqué la carpeta de documentos y los discos duros que había en la caja—. Nadie es perfecto, Terry. Piensa que soy algo así como el karma en tu caso.
Guardé todo en la mochila que había traído. Me la colgué al hombre y apunté con la pistola a un desdichado Terry.
—Espera. Me dijiste que si te daba la contraseña no me matarías—El pánico bailó entre sus palabras. Ingenuo.
—Cierto, eso dije—Asentí con la cabeza—. Mentí.
Apreté el gatillo. Un tiro certero entre los ojos. El hombre cayó hacia atrás aún atado a la silla. El encargo incluía su muerte. El trabajo es el trabajo. El cliente paga, yo ejecuto. Me dirigí hacia la salida satisfecha con el resultado.

Tardé más de lo que me habría gustado en llegar a Londres. Casi dos días desde la llamada de Samantha. Entre que había arreglado la entrega de los documentos, había recibido el pago y había cogido el vuelo de ida, se me había ido el tiempo. Sumándole que estaba en Australia y había tenido que viajar a Londres. Por suerte, ya estaba en el apartamento de la capital. Llamé al timbre, esperando a que Samantha abriera, intentando no pensar en que algo hubiese pasado en esos dos días y ya no estuvieran allí. Por suerte, no había pasado nada. La puerta se abrió y Samantha me recibió con una amplia sonrisa.
— ¡Kayser! — Se abalanzó sobre mí en un apretado abrazo.
La abracé de vuelta entre risas levantándola del suelo. Cómo la había echado de menos. Me sentí como en casa. Hacía mucho que no la veía, demasiado. Entre el trabajo y Alexander…
—Yo también te he echado de menos—dije mientras la volvía a dejar en el suelo. Sus ojos brillaban por la emoción. Estaba más delgada que la última vez y parecía más mayor. No pude sino sentirme orgullosa de ella. Habíamos pasado por mucho y ahora habíamos encontrado un poco de tranquilidad.
—Pasa, pasa—Me hizo gestos para que entrara y cerró la puerta cuando pasé el umbral—. Pandora, esta es Kayser.
Una chica de pelo azul ondulado salió de la cocina y fijó sus ojos verdes en los míos. Era un poco más alta que Samantha, unos años más mayor. Los rasgos afilados, la mirada astuta y parecía que se estaba recuperando de una mala época. Aún estaba pálida pero había recuperado un poco de color. No parecía que tuviera malas intenciones, solo un pasado complicado pero todos lo teníamos.
—Encantada—Le extendí una mano acompañada de una sonrisa. La chica me la estrechó con fuerza.
—Igualmente. Samantha habla maravillas de ti—Intercambiaron miradas cómplices y Sam me guiñó un ojo.
Sacudí la cabeza con humor y procedí a quitarme el abrigo, dejándolo sobre la barra americana de la cocina que se situaba la derecha de la puerta de entrada y colocar la maleta donde no molestara, en una esquina. El apartamento parecía el mismo de siempre. Simple pero cómodo, muy parecido al que tenía Samantha pero algo más grande y espacioso.
Me senté en uno de los sillones del salón, que estaba al fondo y las dos chicas se colocaron en frente de mí. Prefería dejar las cosas claras desde un principio. Por desgracia, no estaba allí por placer.
Pandora comenzó a relatarme una complicada historia que provocó que me tensara. Aquel era un lío muy gordo, no me hacía gracia verme envuelta en aquello y menos que Sam y Ouroboros estuvieran también en el ajo. No era bueno y no parecía que fuese a mejorar. Pandora estaba asustada y razones tenía. Creía que Orizont la quería para algo y que el líder, supuestamente muerto, de la organización criminal que la había estado reteniendo iba también tras ella. No pintaba nada bien.
—Vale, lo primero es sacarte del país. Arreglaré todo para que puedas irte sin problemas—Crucé las manos pensativa mientras mi mente comenzaba a hacer cálculos y una lista de cosas que hacer y gente a la que llamar—. Voy al baño, ahora vuelvo chicas.
Pandora fue a decir algo pero ante una mirada de Samantha decidió callarse. No le di mayor importancia y me dirigí hacia el baño. Necesita un trago de agua fría y refrescarme la cara. El cansancio de los vuelos y el jet-lag me estaba pasando factura y la conversación con Pandora no ayudaba. Tenía la sensación de que aquello era más grande de lo que parecía, que había mucho más en juego de lo que Pandora sabía, que Ouroboros podría volver a estar amenazada por las mismas personas que la última vez.
Traté de quitar los recuerdos de mi mente. Sin embargo, la idea de que la organización de la que hablaba Pandora fuera la misma a la que pertenecía en su día Hiram no dejaba de provocarme un nudo en el estómago. No quería volver a pasar por aquello, no quería que Samantha volviese a pasar por aquello. El agua fría sobre mi piel repetidas veces ayudó a despejar mi mente y aclarar mis ideas. Bebí del grifo después de secarme la cara y me quedé mirando mi reflejo. Había que actuar rápido antes que…Oí un grito seguido de voces alteradas. Algo estaba pasando. Salí del baño y comencé a oír con más claridad la conversación. No eran solo Sam y Pandora, oí claramente la voz grave y cabreada de un hombre. Sin verle, solo por la voz, se notaba la autoridad que tenía. Se nos habían adelantado.
—Pandora, vas a venirte conmigo—La voz del hombre no admitía réplica. Se notaba que creía tener la situación bajo control.
—Deberías de estar muerto—Las palabras de Pandora temblaron con verdadero pánico mientras me situaba contra la pared del pasillo que acababa en la entrada de la casa donde estaban situados los tres. Podía ver a Samantha y a Pandora pero el hombre seguía fuera de mi rango de visión.
—Creo que es obvio que no lo estoy—respondió con sorna pero su tono seguía teniendo ese cariz grave y cabreado que no era buena señal—. Ambos sabemos que no tienes otra opción, Pandora. No compliques más las cosas.
—No te la vas a llevar—Samantha intervino con su obstinación tan característica.
Rodé mis ojos ante su imprudencia. Hay cosas que no cambian.
—Esto no va contigo, Blacknight—Incluso sin verle percibí la ira al decir esas palabras—. Mantente al margen y quizás consigas seguir respirando.
Me tensé más de lo que querría aceptar. Nadie amenazaba a mi familia. Cerré los puños y traté de respirar profundo. Estaba esperando el mejor momento para aparecer en la escena. No nos vendría mal un poco más de información.
—Dedral ¿Dónde está Leonel? ¿Qué has hecho con él? —Pandora se adelantó un paso. Me preparé para moverme en caso de que el inesperado invitado decidiría dejar la charla para luego y comenzar un enfrentamiento.
— ¿Qué he hecho yo? —Su voz comenzó a sonar más gutural. Un leve escalofrío me recorrió la espalda—. Estoy tratando de salvarle por lo que no tengo tiempo para esto. Nos vamos. Ya.
Esa fue mi señal. Salí al recibidor con calma, como si acabase de llegar y aquella fuera una situación normal. Pasé entre las dos chicas, cruzando miradas con Samantha, que quedó aliviada de verme, y me coloqué enfrente del recién llegado. Era algo más alto que yo, con las espaldas anchas, estaba más que en forma. Llevaba unos vaqueros, unas botas, una chaqueta de cuero y una camiseta gris debajo. No parecía demasiado abrigado para el tiempo lluvioso que hacía. Llevaba el pelo grisáceo peinado hacía atrás, con algunos cabellos despeinados que le caían por la frente a los lados. Los rasgos duros y firmes. A pesar del pelo, no conseguía identificar su edad. No parecía tan viejo pero tampoco tan joven. Aunque fueron sus ojos lo que me sorprendió. Era de un azul tan intenso. Un azul claro, como el hielo. Por alguna extraña razón me resultaban familiares y no sabía por qué.
—Va a ser que no—Me planté delante, con las manos en las caderas y una media sonrisa—. Me temo que vas a tener que sacar un poco más de tiempo.
Quedé satisfecha al ver su reacción de confusión al verme. Unos pocos metros nos separaban. Me miró de arriba abajo y me estudió igual que yo le había estudiado a él. Su confusión se vio reemplazada de nuevo por irritación y molestia.
— ¿Y quién se supone que eres tú? —Casi escupió las palabras con cansancio y desdén. Vaya, nuestro amigo era un prepotente arrogante. Que novedad.
—Quién te va a partir la boca como les pongas un dedo encima. Así que relájate un poquito—respondí alzando el mentón desafiante. A mí no me vacilaba nadie a estas alturas. Si quería pelea, la iba a tener.
Dedral alzó las cejas sorprendido por mi respuesta. Alguien no estaba acostumbrado a que le plantaran cara. Se iba a llevar una gran sorpresa entonces. No solo él pareció sorprendido, sino que oí como Pandora aspiraba el aire alarmada.
—Kayser…no le provoques. No sabes de lo que es capaz—Su advertencia era comprensible y sincera. Comprendía su miedo, no dudaba que aquel tipo fuese peligroso, es más, contaba con ello pero yo también. Tenía bastante confianza en mis habilidades. No me iba a dejar amedrentar por alguien tan fácilmente.
Me giré hacia ella y le guiñé un ojo. Pandora me miró incrédula. Por el rabillo del ojo vi sonreír a Samantha. Ella sí que me había visto pelear.
—Deberías hacerla caso. No tienes ni idea de quién soy. Estoy tratando de ser amable pero mi paciencia se está agotando peligrosamente—Sus ojos destellaron con una furia animal acompañados de una sonrisa siniestra.
— ¿Eso es todo lo que sabes hacer, chico malo? ¿Soltar amenazas de mierda esperando a que el resto huya con la cola entre las piernas? —Levanté una ceja con burla—. Ellas no se van a ir a ninguna parte. Así que o te tranquilizas y tenemos una bonita charla como adultos, o…
— ¿O qué? —Soltó una carcajada que resonó por todo el apartamento—. Ya me he cansado. Hazme el favor de quitarte de en medio de una puta vez.
Chasqueé la lengua con desaprobación. Lástima.
— La puerta, Pandora —dije alzando la voz.
Pandora tardó unos segundos en comprender mi orden. La puerta del apartamento que se encontraba abierta detrás del hombre se cerró de golpe. Justo después fue cuando le pegué la patada en el pecho a Dedral que le impulsó hacia atrás contra la puerta.
— ¡Pistola! —grité al tiempo que Samantha, previendo mis movimientos, se había abalanzado sobre el abrigo que había dejado sobre la barra americana de la cocina a la derecha, sacando la pistola que llevaba en el bolsillo interior. Me lanzó el arma, justo al tiempo que alargaba la mano para cogerla.
El primer disparó fue hacia la pierna derecha del hombre. Soltó un quejido de dolor. Le coloqué el armo bajo la barbilla y apoyé la mano izquierda sobre la puerta, quedándome a escasos centímetros suyos.
—No deberías haberme interrumpido. Ahora dime ¿Vas a tranquilizarte de una vez? —Sentí su respiración al tiempo que hablaba. El calor de su cuerpo, el olor de su colonia, la tensión...y sus ojos clavados en los míos. Pude ver en ellos no solo ira sino una diversión inquietante. No estaba siquiera afectado por el disparo en la pierna. Como si no hubiera pasado, lo cual no era buena señal. Quizás Pandora tenía algo de razón.
—Oh sí, estoy muy tranquilo—La calma helada con la pronunció esas palabras hizo que tragara saliva de forma inconsciente—. No deberías de haber subestimado mis amenazas.
La temperatura de la habitación comenzó a descender peligrosamente. Mi aliento comenzó a formar una pequeña nube de vapor. Una fina capa de hielo comenzó a extenderse por las paredes. Oí a Samantha y a Pandora retroceder varios pasos.
—Kayser…—La advertencia de Pandora llegó demasiado tarde.
Dedral se movió más rápido de lo que esperaba. Me dio un cabezazo en la nariz que me arrancó una exclamación de dolor. Me empujó hacia atrás mientras me agarraba tan fuerte la muñeca derecha que me hizo soltar el arma. Lo siguiente fue un puñetazo en la boca del estómago que hizo me doblará en dos sin aliento. Aquello no estaba saliendo como lo había planeado.
Percibí movimiento a mis espaldas. El arma comenzó a levantarse del suelo.
—De eso nada—masculló Dedral. Con tan solo mirar el objeto, el arma explotó en un montón de pedacitos que salieron disparados por la habitación. Ambas chicas gritaron. Yo conseguí volver a incorporarme.
— ¿Estoy lo suficientemente tranquilo ya, Kayser? —Sonrió con burla. Sus ojos brillaban de una forma muy poco humana. Había quedado claro que le había juzgado mal. El tipo era poderoso, sabía lo que hacía pero no contaba con que yo ahora ya sabía a qué me enfrentaba.
Con una expresión triunfante hizo un gesto con la mano y…no pasó nada. La confusión reemplazó a la victoria. Ahora fue mi turno de sonreír con sorna.
—Vaya ¿Tus truquitos de magia no funcionan? —Me acerqué a él en dos zancadas—. A ver qué te parece este que tengo yo.
Le solté un puñetazo en el lado izquierdo de la cara que hizo que casi se cayera al suelo.
—Por cierto, soy inmune a la materia sihir—Le agarré de la camiseta—. Sorpresa.
Tiré de él hacia la barra americana de la cocina, le puse la mano en la coronilla y le estampé la cara contra la encimera. Esta vez sí que le arranqué un grito de dolor más satisfactorio.
Le agarré el brazo izquierdo y se lo retorcí en la espalda mientras le sostenía contra la encimera de piedra. Oí como gruñía de dolor y rabia. La temperatura comenzó a restablecerse debido a que estaba manteniendo contacto físico con él, bloqueándole.
—No voy a repetírtelo más veces. Estate quietecito—Apreté más contra la superficie piedra. Creía que ya tenía todo bajo control.
Respiré un par de veces mientras seguía ejerciendo presión. No había estado mal. Volteé la cabeza para mirar a Samantha y a Pandora que, inmóviles, observaban la escena. Esbocé una sonrisa tranquilizadora.
Dedral se incorporó de repente empujándome hacia atrás. Movió el brazo de tal forma que me obligó a soltar el agarre. Acto seguido, me agarró del cuello con una mano y me alzó sobre el suelo. Se movió hacia delante, giró hacia la izquierda y me puso contra la pared con fuerza. Un quejido de dolor salió de mi boca pero su mano apretaba mi cuello y encontraba difícil hablar y casi respirar.
Su mirada hizo que mi estómago se contrajera. Esos ojos, esa rabia animal, era un abismo oscuro y profundo que parecía tragárseme a cada segundo. ¿Por qué tenía la sensación de que ya había visto aquel mar de desolación en sus ojos? El aire vaciaba mis pulmones, y no conseguía entrar de vuelta. Le agarré de la muñeca pero no conseguí si quiera moverle el brazo. Los sonidos comenzaron a hacerse distantes y lejanos. Creí oír gritos pero mi mente se estaba espaciando. Necesitaba respirar.
—Oh, lo siento, querida ¿Estoy apretando demasiado fuerte? —Su voz llego alta y clara traspasando mi mente como un cuchillo helado.
Activó en mi mente un recuerdo que había reprimido durante todos estos años. Como un resorte, la memoria de aquel fatídico momento cuatro años atrás apareció como la escena de una película en mi mente. La misma voz, los mismos ojos azul hielo como un pozo sin fondo. Recreé el pasado como si fuera el presente y sentí de nuevo como la vida se me escapaba en manos de aquel hombre. Una vez más, intenté moverme pero mi cuerpo no respondía.
El impacto llegó de improviso. No me di cuenta de lo que paso hasta que golpeé el suelo y conseguí coger una bocanada de aire tras otra oxigenando de nuevo mis órganos. Como un pez fuera del agua, tosí y respiré a partes iguales, hasta que mis sentidos se fueron recuperando y el dolor se mitigaba un poco. Alcé la vista para ver a Sam a pocos metros de mí, con las manos en llamas avanzando hacía el que sería Dedral detrás de mí. Conseguí alzar un brazo en su dirección, indicándola que parara. Aquello iba a acabar ya.
Con una renovada furia que había guardado durante cuatro largos años, saqué de la bota izquierda que llevaba un pequeño cuchillo. Me incorporé a duras penas, con un dolor punzante en la garganta y en la cabeza. ¿Por qué no me estaba recuperando como solía hacerlo normalmente?
Aunque el mundo me daba vueltas, me alcé cuchillo en mano, la cual puse tras la espalda, con la vista fija en mi objetivo.
—Ky…—Tosí de nuevo antes de poder proseguir. Dedral estaba levantándose después de haber sido impulsado contra la pared por la descarga de Samantha—. Kyren Deville.
Dedral frunció el ceño mientras se quitaba la chaqueta de cuero parcialmente calcinada por el impacto de las llamas. Ladeó la cabeza sin comprender lo que estaba pasando.
— ¿Perdona? —masculló abriendo y cerrando los puños.
—Kyren Deville—repetí el nombre y apellido como si fuera veneno en mi boca—. Eres tú ¿verdad? El maestro de Hiram. El líder de la organización criminal a la que él y Galagor pertenecen.
—Hace tiempo que no uso ese alias—Levantó una ceja—. ¿Nos conocemos?
— ¿No te acuerdas de mí? —Aquello no hizo sino aumentar mi rabia. El muy hijo de puta ni siquiera me reconocía—. Déjame refrescarte la memoria. Kate Clearmoon.
Esta vez la sorpresa recorrió todo su rostro. Noté sus pupilas dilatarse con conmoción. Sus músculos se tensaron. Su respiración se agitó.
—Eso es imposible—Sus ojos me recorrieron con rapidez—. Maté a Kate, hace cuatro años, cuando acabé con Ouroboros. Está muerta.
Su vista se dirigió a Samantha como confirmación a sus palabras. No me molesté en girarme para ver su reacción. Solo tenía ojos para el hombre que había destrozado mi vida hace cuatro años.
—Me lo dicen a menudo—Me preparé para saltar sobre él—. El karma es un hijo de puta ¿verdad?
En una zancada estaba sobre él. Alcé la mano con el cuchillo y se lo clavé en el cuello con precisión.
—Ha sido un placer conocerte, querido—Susurré a su oído las mismas palabras que él me había dicho, años atrás, antes de sacar el cuchillo de mi costado y dejar que me desangrara en el frío suelo.
Me aparté y dejé caer su cuerpo inerte sobre el suelo del apartamento. Una mancha carmesí comenzó a formarse a su alrededor. Me quedé mirándolo como si se tratara de un sueño. No podía creérmelo.
—Joder…—El comentario de Pandora me sacó del ensimismamiento en el que me había sumido—. ¿Está muerto?
Sacudí la cabeza para despejarme. Me arrodillé al lado del cuerpo y le tomé el pulso. No tenía. Ni un solo latido.
—Si—dije por respuesta mientras me volvía a incorporar.
Los ojos de Samantha encontraron en los míos. Pude ver también su incredulidad, su dolor al recordar el pasado y el alivio de haberlo arreglado en el presente. Habíamos cerrado un capítulo que dolorosamente había seguido abierto. Sin embargo, seguía sintiendo una profunda inquietud y malestar y no sabía cuál era la causa.
—Deberíamos de haberle sacado más información. Ahora seguimos igual que antes—Se lamentó Pandora mientras retrocedía hasta uno de los sillones y se apoyaba en el respaldo—. ¿Le conocíais entonces?
—Hace mucho—contestó Samantha—. Es una historia muy larga, el final de nuestra “organización”…
No terminó la frase y no hizo falta. Demasiado doloroso, demasiados recuerdos. Pandora se limitó a asentir de forma ausente. Di un par de pasos más distraída ¿Ahora qué? Un pesado silencio se estableció en el apartamento como si fuese una densa niebla. Sam se acercó y me abrazó sin decir nada. La abracé de vuelta y nos quedamos así, abrazadas, digiriendo aquello.
No nos dio mucho tiempo a descansar, ni a procesar que acababa de pasar. Ni si quiera un breve respiro para relajarnos. Caprichoso el destino, que nunca deja de sorprenderte.
—He de admitir que eso me lo merecía.
Abrí los ojos al tiempo que se me formaba un nudo en la garganta. Samantha se apartó de mí y pude ver lo pálida que estaba, con los ojos abiertos como si hubiese visto un fantasma. La exclamación ahogada de Pandora nos confirmó que no nos los estábamos imaginando.
—Bueno, supongo que ya estamos igualados ¿no, Kate?—Dedral se sacó el cuchillo del cuello y comenzó a incorporarse—. Yo te mato y sigues viva. Tú me matas y ¡tachán! Sigo vivo.
Lo que más me llamó la atención fueron sus ojos. El azul se había intensificado, como si una tormenta de nieve estuviera atrapada en su iris. Aquello no podía estar pasando.
—Sí, soy inmortal—Alzó los brazos con soltura—. ¡Sorpresa!

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