martes, 23 de enero de 2018

20. Ariel - Déjà vu

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Estaba abriendo la puerta del baño cuando oí unos pasos subir por las escaleras.
— ¿Ariel? —La voz masculina no era la misma que la de Dedral.
Salí del baño para encontrarme con un hombre más joven y quizás un poco más alto que la persona que me había recibido desayunando. Tenía el pelo oscuro, ligeramente despeinado. Vestía de manera informal, unos jean negros y una camiseta también negra de manga corta. Sus brazos algo bronceados reflejaban la fuerza y la constitución de aquel hombre.
—Soy Leonel—Una agradable y bonita sonrisa se dibujó en sus labios. Fueron sus ojos lo que me puso en situación. Ámbar. Como los del sujeto que me había traído a la casa, que tenía el aspecto y voz de Artyom pero se había identificado como Leonel. Ahora estaba completamente cambiado.
—Vale—Me limité a contestar aún ordenando toda la información en mi cabeza. Seguía confusa por los mensajes en mis brazos, que estaban ocultos por la camiseta. Lo mejor sería no decirle nada. Necesitaba información.
—Sentémonos. Estaremos más cómodos—Acompañó sus palabras con un suave gesto indicando el salón.
Dudé durante unos segundos pero finalmente accedí a su proposición. Regresé al sofá donde había estado sentada minutos antes. Cogí de nuevo la taza de té y di un trago. Aún conservaba un poco de calor.
Leonel cogió una de las sillas de la mesa y sentó en frente de mí, quedando la mesita baja entre ambos. Por alguna extraña razón no tenía esa sensación de…ahogó que había sentido cuando estaba con Dedral. Leonel parecía más tranquilo, cercano…aunque quizás solamente era un buen actor.
—Lamento todo esto—Comenzó con un tono sereno—. Y también te pido perdón por lo que Dedral haya podido hacer. Están siendo unos días algo…tensos.
—Dijo que era un monstruo—dije sin pensar. Supongo que el miedo era más fuerte que la confusión. El sentimiento de peligro aún seguía latente en mi subconsciente.
Leonel sin embargo alzó las cejas y emitió una ligera risa.
—Ya…Digamos que a veces se pone muy dramático. No sé lo tengas en cuenta.
— ¿Es esto un juego de poli bueno y poli malo? ¿Va a hacerme daño? —Mis manos, que sujetaban la taza, temblaron sin control.
—Si quisiera hacerlo tendría que pasar por encima de mí—Leonel rió de nuevo suavemente. Por alguna razón que desconocía le hacían gracia mis comentarios—. Ariel, escúchame. Nadie va a hacerte daño mientras estés bajo mi custodia. No somos como Orizont. No soy como Klein y mucho menos, como Artyom. Puedes estar tranquila. No te faltará de nada y no pondremos un dedo sobre ti.
Sus ojos ámbar traspasaron los míos. La seguridad y confianza de sus palabras relajaron mis músculos y mi mente como un rayo de Sol en mitad de una tormenta. No sabía porqué pero le creía, como una especie de dejá-vu.
— ¿Qué tiene que ver Orizont en todo esto? Es la multinacional ¿no? —Ladeé la cabeza desconcertada. Bebí de nuevo de la taza y la dejé con suavidad sobre la mesa. Leonel asintió.
—Voy a contarte una serie de cosas, Ariel. Respuestas a muchas de las preguntas que tienes pero va a sonar un poco…absurdo—Se detuvo unos instantes para ver mi reacción. ¿Más absurdo que encontrarme los brazos escritos por mí misma sin acordarme? —. Lo que te voy a contar es la verdad, tienes que creerme.
—Vale, adelante—contesté. Me recliné sobre el respaldo del sofá. Por fin iba a obtener respuestas.
—Lo primero de todo. Nada de esto es culpa tuya. Estabas en el lugar equivocado en el momento equivocado. Ahora voy a explicarte un poco el contexto de la situación, y luego te hablaré de Orizont—Asentí y continuó—. Existe un tipo de energía, llamada “materia sihir”. Este tipo de energía no proviene de aquí, de la Tierra, sino de Orbis. Sé que suena a ciencia ficción barata pero es la verdad. Orbis es básicamente otro planeta en un sistema solar diferente al nuestro. No, no hay aliens ni platillos volantes ni nada de eso. Siendo el universo tan grande no es de extrañar que haya otros planetas aptos para la vida. Ahora bien, la percepción del tiempo no es la misma, así que Orbis está bastantes décadas por detrás de nosotros. ¿Por qué te digo esto? Bien. La materia sihir es un tipo de energía muy voluble e impredecible que solo existe allí. No sé sabe de dónde sale, ni cómo se crea, ni el alcance total de sus efectos y propiedades. Sin embargo, si sabemos algunas cosas. Por ejemplo, gracias a ella se crean…portales, que conectan Orbis con la Tierra. Algunos son espontáneos y aleatorios y otros se pueden crear a propósito pero eso no es relevante ahora. La cuestión es que nosotros, los humanos, llegamos a Orbis a través de los portales hace mucho, cuando Orbis estaba en sus etapas iniciales de creación y por lo tanto lo colonizamos. Es decir, no hay extraterrestres, es como una Tierra dos. ¿Me sigues hasta ahora?
Asentí por hacer algo. Toda la información estaba rondando por mi cerebro y digiriéndola, aquello era como un sueño…un sueño demasiado familiar.
—Vale. Otro de los efectos de la materia sihir al interactuar con los humanos, es modificar el ADN. Me encantaría darte una explicación científica más detallada pero la realidad es que aún no se sabe cómo lo hace. Hay personas que lo estudian y hay ciertas teorías pero nada concluyente. La cuestión es que la materia sihir altera el ADN de las personas y causa que adquieran ciertas…habilidades—Leonel abrió su mano y un pequeña bola de fuego apareció en su palma. ¿Qué coño…? El fuego desapareció y Leonel continuó—. Ya que los humanos colonizaron Orbis, dándole dicho nombre y se establecieron allí exponiéndose a la materia sihir, las siguientes generaciones adquirieron la materia sihir del ADN de sus padres y nacieron ya con las habilidades.
Cogió aire y movió el cuello, estirándose. Me observó unos segundos. Debía de tener la mayor cara de estupor que había visto. Sin embargo, no hizo ningún comentario y siguió su explicación.
—Orizont. Sabes lo que es Orizont y a lo que se dedica pero no lo sabes todo. Su CEO, Klein Rainheart, se enteró hace mucho de la existencia de Orbis y ello, mezclado con su insaciable ambición, creó una mala combinación. Klein quiere crear materia sihir, es decir, crearla artificialmente en un laboratorio y así controlarla a placer con todas sus propiedades. Aquí es donde entras, Ariel. Uno de los cúmulos de materia sihir de Orbis, de los más concentrados que se han encontrado, iba a venir a la Tierra. El transporte de estos cúmulos está muy regulado y es ilegal desde hace mucho traerlos a la Tierra. El nombre que le dieron fue Ícaro. Resumiéndolo, Orizont se enteró del lugar donde se iba a realizar la entrega. Ocultaron el cúmulo en una persona, como hacen los traficantes con las mulas para pasar la droga. Tú fuiste esa persona, Ariel. Orizont te acabó encontrando y como resultado de su…interrogatorio, el cúmulo se rompió dentro de ti—Dudó unos segundos antes de continuar—. Tú eres Ícaro ahora, Ariel.
Parpadeé. Me quedé mirándole inmóvil. “Materia sihir, Orizont=PELIGRO, Controlas el espacio y el tiempo…”. Los mensajes en mis brazos cuadraban con la explicación de Leonel. ¿Qué probabilidades había de eso? ¿Qué me estaba pasando?
—Habilidades—murmuré con la mirada perdida—. ¿Qué habilidades exactamente?
Leonel ladeó la cabeza y frunció el ceño.
— ¿Por qué lo preguntas? ¿Has notado algo? ¿Algún…cambio? —Se inclinó un poco hacia delante.
—No—respondí apresurada—. Era curiosidad.
Guardé silencio aunque mi cabeza estuviera gritando mil y una cosas a la vez. El discurso de aquel hombre corría por mi mente, repitiéndose una y otra vez, mientras lo analizaba, mientras trataba de buscarle un sentido. Sin embargo, a pesar de la locura de sus palabras, de que había hecho aparecer una bola de fuego en mitad de la palma de su mano…Tenía la sensación de que todo era verdad. Mi sentido común se resistía a creerlo pero una sensación más fuerte me decía que aquellas palabras eran la realidad que estaba viviendo.
—Orizont es…corrupto y hace todas esas cosas horribles—Me atreví a decir—. Entonces… ¿Quiénes sois vosotros? ¿Qué hacéis en todo esto? ¿Qué queréis de mí?
—Queremos que todo vuelva a la normalidad. Eventualmente, te sacaremos la materia sihir que por error ha acabado en ti y te devolveremos a tu vida normal, sin que sufras ningún tipo de daño—Sonrió pero está vez dudé de si era una sonrisa sincera—. No podemos dejarte ir a ningún sitio, Ariel, porque Orizont te está buscando. No es seguro, ni para ti, no para tus seres queridos. Con nosotros estás a salvo.
—No has contestado a la pregunta de quiénes sois o cuál es vuestro papel en todo esto—Le acusé enfrentándome a su mirada. Él esbozó una media sonrisa.
—Te he dado muchas respuestas, Ariel. Vamos a dejar el turno de preguntas por ahora—Se levantó de la silla—. Voy a dejar que descanses y proceses la información. La comida estará pronto, te avisaré.
Observé como Leonel se encaminaba hacia el pasillo. Era obvio que no me estaba contando todo y presentía que se estaba dejando información esencial en el tintero pero también era cierto que se estaba portando bien conmigo y no me estaba forzando a contar nada.
—Leonel—Se giró ante mi llamada—. ¿Qué pasa con mis padres? ¿Les puedo llamar? Se van a preocupar…
—No te preocupes, nos hemos encargado de todo—Asintió levemente con la cabeza y desapareció por el pasillo. Seguido, oí sus pisadas baja por las escaleras.
A pesar de su tono tranquilizador, del ambiente relajado y la espléndida decoración, tenía una sensación incómoda en el cuerpo. Algo malo iba a pasar. Algo no iba bien. Miré a todos los lados de la estancia. Me levanté del sofá. Sentía una especie de ansiedad, de urgencia. Como cuando se activa una alarma y comienza a sonar. Corrí al baño y lo inspeccioné, nada. Volví al salón. ¿Por qué sentía esa ansiedad? ¿Por qué la sensación de peligro inminente? No se oía ningún ruido extraño, nadie venía a por mí, nadie me estaba amenazando.
Recorrí la estancia precipitadamente hasta que me llevé la mano al bolsillo donde me había guardado el bolígrafo. Aspiré el aire, quedándome muy quieta. El bolígrafo no estaba. Miré alrededor hasta que lo encontré. Encima de la mesita, delante del sofá. No lo había dejado ahí. No lo recordaba.
Levanté con cuidado las mangas de la camiseta.
—Joder, joder, joder…—Fue lo único que pude decir. 

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