lunes, 29 de enero de 2018

21. Yo soy la pesadilla

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El humo de la última calada al cigarrillo se disipó en el soleado ambiente del mediodía. Dedral tiró la colilla a la papelera más cercana mientras se encaminaba a la tienda. Abrió la puerta a pesar del cartel de “Cerrado” que colgaba por dentro. No había nadie. Las luces estaban apagadas. Los animales se movieron inquietos en sus jaulas a su paso por la tienda. No les prestó atención. Accedió a la parte de atrás del establecimiento, donde iba a tener lugar la reunión, una reunión a la que no estaba previsto que él acudiera.
La puerta se cerró tras él. Los invitados que él buscaba ya habían llegado. Hacía mucho que no les veía y sin embargo les reconoció sin problemas. Aún jóvenes, aún imprudentes. Los antiguos amigos de Pandora, los amigos que la traicionaron y pasaron a trabajar para él. La habitación correspondía a la parte de la tienda donde atendían a los animales. Una especie de quirófano para las mascotas. Paredes azuladas, muebles blancos, material médico, flexos blancos en el techo. Un ambiente frío e impersonal. Justo lo que Dedral quería.
—Buenas tardes, me alegra ver que sois puntuales—Saludó situándose enfrente de los dos jóvenes.
Ambos le miraron con sorpresa. Heather, la chica, alzó las cejas con asombro. En su habitual aspecto de niña rica y consentida estaba más alta, con la piel bronceada, el pelo más largo y sin embargo, los mismos ojos de arpía. Simon, su hermano, seguía igual de delgado pero con un aspecto más saludable y más maduro, por así decirlo. Dedral les escaneó rápidamente, sin sorpresa alguna.
—Dedral—comenzó Heather—. ¿Qué haces aquí? Se supone que íbamos a reunirnos con alguien de Orizont, según las órdenes que nos mandaste. Sebastian aún no ha aparecido…
— ¿Ha pasado algo? —Simon, que era un poco más perspicaz, habló con inquietud—. ¿Ha habido un cambio de planes?
—Oh si, definitivamente un cambio de planes—Dedral esbozó una sonrisa demasiado siniestra—. No os preocupéis por Sebastian, yo le dije que no viniera hoy.
—Dedral… ¿Qué está pasando? —La voz de Heather tembló un poco a cause del miedo. Retrocedió un paso inconscientemente. La habitación pareció volverse más oscura y hostil sobre Heather y Simon.
—Hemos hecho lo que nos mandaste—Se justificó Simon sin comprender la situación.
—Lo sé, lo sé—Dedral asintió con falsa comprensión—. Pero veréis, me he cansado de vosotros. Lo he pensado mejor y no creo que esto vaya a funcionar. Después de todo, siempre fuisteis un cabo suelto.
Heather y Simon se quedaron congelados. El aire salió de sus pulmones y la certeza de que no iban a salir de allí fue comiéndoles con dientes afilados por dentro.
—Dedral, podemos hablarlo con tranquilidad. Llegar a un acuerdo—Simon había tomado una decisión. Una muy estúpida y poco eficaz.
— ¿De verdad, Simon? ¿Tú crees? —El sarcasmo en su voz adelantaba lo que Dedral ya sabía que iba a pasar. Lo había leído en la mirada de Simon, en la postura de su cuerpo. Era justo lo que esperaba que hiciera. Ni si quiera se movió. Simplemente esperó, con una paciencia ansiosa, el momento.
Simon se precipitó sobre Dedral. En un movimiento audaz, desesperado y, como Dedral sabía, muy estúpido. Quizás consiguiera aturdirle o quizás, desestabilizarle y Heather atacaría después. Quizás podrían escapar vivos. Pero ninguno de esos "quizás" ocurrió. Dedral sostenía un bisturí en su mano derecha que había cogido al entrar pero del que ninguno de los jóvenes se había percatado. Bastó con un puñetazo con la mano izquierda en la mandíbula de Simon para derribarle al suelo antes de tocar a Dedral. Éste le agarró de la camisa y le levantó sin esfuerzo hasta la altura de sus ojos, y con un movimiento certero, le clavó el bisturí en el cuello. Justo en la arteria. Simon trató de decir algo pero fue incapaz de emitir sonido alguno. La sangre comenzó a brotar de la herida. Dedral le soltó, dejándole caer al suelo, mientras el chico se agarraba la herida entre convulsiones.
Heather estaba en estado de shock. Cuando vio a Dedral dirigirse hacia ella, trató también de atacar pero ya era demasiado tarde. Dedral le empujó contra la pared e hizo tambalear un espejo que había en ella. Se pasó por los labios uno de los dedos manchados de la sangre del hermano de la chica y se los relamió con un brillo en los ojos y una mueca de deleite y satisfacción que provocó nauseas en Heather. Dedral le agarró por el cuello con la mano ensangrentada y le presionó contra la pared. Simon aún se retorcía en el suelo, formando un charco de sangre carmesí. Heather se movía como pez fuera del agua, tratando de coger bocanadas de aire mientras la mano firme de Dedral le apretaba cada vez más. Trató de arañarle o golpearle pero fue en vano.
—Esto no es una pesadilla—Los ojos azul hielo de Dedral contemplaron como la vida se extinguía en las pupilas de la chica—. Yo soy la pesadilla.
Dejó caer el cuerpo sin vida de Heather sobre el suelo. Se volvió para comprobar que Simon yacía inerte también. Problema solucionado.
Dedral sacó la cajetilla de tabaco de uno de sus bolsillos junto con un mechero y se encendió otro cigarro. Sorteó los cuerpos entre calada y calada y abrió el grifo de una de las pilas. Con el cigarro entre los dientes se lavó las manos y cerró el grifo. Giró la cabeza. Frunció el ceño. ¿Eran...gemidos lo que oía? ¿Lloriqueos? Se secó las manos en el pantalón mientras iba hacia la puerta cerrada que daba a la otra habitación con jaulas para los animales en recuperación y equipamiento de la tienda. Con el cigarro en la mano, abrió la puerta y dio con la fuente de los lloriqueos. En una jaula espaciosa, con una cama y mantas, había un Pitbull, negro y blanco, de un año, temblando de miedo.
—Eh, amigo. ¿Qué pasa? —Dedral se agachó y el Pitull retrocedió en el sentido opuesto.
Cigarro en los labios. Exhalación de humo. Dedral se levantó y encontró una de las bolsas con comida para perros. La abrió con poco esfuerzo y cogió un puñado del alimento. Regresó donde el pitbull y abrió la puertecita.
—Vamos, pequeñín. Soy de fiar—Sonrió mientras introducía la mano con la comida. El pitbull, reticente, no se movió. Al fin, comenzó a olisquear y acercándose a la mano del hombre, comió algunas de las galletitas. Dedral dejó caer la comida al suelo y le acarició con delicadeza.
—Eso es. Buen chico—dijo mientras el cachorro le lamía la mano—. Ven aquí, chiquitín. Te vienes conmigo.
Sacó al cachorro que se dejó coger y le fue acariciando y meciéndole como si fuese un bebé. Justo cuando salía por la puerta, se abrió la que daba a la tienda y Artyom seguido de dos soldados de Orizont aparecieron por la puerta.
— ¿Qué cojones? —Se detuvo en la entrada de la trastienda contemplando los cadáveres.
—Has llegado demasiado tarde—Dedral soltó el humo del cigarro, mientras sostenía al cachorro con un brazo.
— ¿Quién coño eres tú? —Los dos soldados vestidos de calle sacaron dos armas y le apuntaron. Dedral ni se inmutó.
—Dile a Klein que quiero reunirme con él—Contestó Dedral mientras el cachorro le mordía la camiseta por diversión—. Soy el que envió a Galgor a haceros una visita.
—El trato eran los chicos. Vivos—Replicó Artyom molesto pero con una actitud más precavida. Si era quien decía ser, era mejor no enfadarle.
—El trato ha cambiado— Se dirigió a la encimera de su derecha y dejó al perro con suavidad. Sacó un trozo de papel de uno de los bolsillos del pantalón y se lo entregó al hombre rubio. Volvió a coger al pitbull en brazos.
—Recoge los cuerpos y dile a tu jefe que me contacté a este número—Dedral se dirigió a la salida ignorando al hombre y sus guardias.
—No trabajo para ti—Artyom le miró irritado antes de que le pasase.
Dedral esbozó media sonrisa.
—Y da gracias por ello. Si trabajarás para mí te habría descuartizado por dejar que Galagor se llevara a Ariel.
— ¿Qué vas a hacer con el perro? —Esta vez fue más preocupación que indiferencia lo que Artyom tenía. Dada la escena en la clínica...
—Adoptarlo—Dedral lo dijo como si fuera obvio—. ¿Qué te crees? ¿Qué soy un monstruo?
A las palabras las secundó una breve risa que se perdió cuando Dedral se alejó hacia la salida. Una risa que hizo a Artyom estremecerse.


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martes, 23 de enero de 2018

20. Ariel - Déjà vu

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Estaba abriendo la puerta del baño cuando oí unos pasos subir por las escaleras.
— ¿Ariel? —La voz masculina no era la misma que la de Dedral.
Salí del baño para encontrarme con un hombre más joven y quizás un poco más alto que la persona que me había recibido desayunando. Tenía el pelo oscuro, ligeramente despeinado. Vestía de manera informal, unos jean negros y una camiseta también negra de manga corta. Sus brazos algo bronceados reflejaban la fuerza y la constitución de aquel hombre.
—Soy Leonel—Una agradable y bonita sonrisa se dibujó en sus labios. Fueron sus ojos lo que me puso en situación. Ámbar. Como los del sujeto que me había traído a la casa, que tenía el aspecto y voz de Artyom pero se había identificado como Leonel. Ahora estaba completamente cambiado.
—Vale—Me limité a contestar aún ordenando toda la información en mi cabeza. Seguía confusa por los mensajes en mis brazos, que estaban ocultos por la camiseta. Lo mejor sería no decirle nada. Necesitaba información.
—Sentémonos. Estaremos más cómodos—Acompañó sus palabras con un suave gesto indicando el salón.
Dudé durante unos segundos pero finalmente accedí a su proposición. Regresé al sofá donde había estado sentada minutos antes. Cogí de nuevo la taza de té y di un trago. Aún conservaba un poco de calor.
Leonel cogió una de las sillas de la mesa y sentó en frente de mí, quedando la mesita baja entre ambos. Por alguna extraña razón no tenía esa sensación de…ahogó que había sentido cuando estaba con Dedral. Leonel parecía más tranquilo, cercano…aunque quizás solamente era un buen actor.
—Lamento todo esto—Comenzó con un tono sereno—. Y también te pido perdón por lo que Dedral haya podido hacer. Están siendo unos días algo…tensos.
—Dijo que era un monstruo—dije sin pensar. Supongo que el miedo era más fuerte que la confusión. El sentimiento de peligro aún seguía latente en mi subconsciente.
Leonel sin embargo alzó las cejas y emitió una ligera risa.
—Ya…Digamos que a veces se pone muy dramático. No sé lo tengas en cuenta.
— ¿Es esto un juego de poli bueno y poli malo? ¿Va a hacerme daño? —Mis manos, que sujetaban la taza, temblaron sin control.
—Si quisiera hacerlo tendría que pasar por encima de mí—Leonel rió de nuevo suavemente. Por alguna razón que desconocía le hacían gracia mis comentarios—. Ariel, escúchame. Nadie va a hacerte daño mientras estés bajo mi custodia. No somos como Orizont. No soy como Klein y mucho menos, como Artyom. Puedes estar tranquila. No te faltará de nada y no pondremos un dedo sobre ti.
Sus ojos ámbar traspasaron los míos. La seguridad y confianza de sus palabras relajaron mis músculos y mi mente como un rayo de Sol en mitad de una tormenta. No sabía porqué pero le creía, como una especie de dejá-vu.
— ¿Qué tiene que ver Orizont en todo esto? Es la multinacional ¿no? —Ladeé la cabeza desconcertada. Bebí de nuevo de la taza y la dejé con suavidad sobre la mesa. Leonel asintió.
—Voy a contarte una serie de cosas, Ariel. Respuestas a muchas de las preguntas que tienes pero va a sonar un poco…absurdo—Se detuvo unos instantes para ver mi reacción. ¿Más absurdo que encontrarme los brazos escritos por mí misma sin acordarme? —. Lo que te voy a contar es la verdad, tienes que creerme.
—Vale, adelante—contesté. Me recliné sobre el respaldo del sofá. Por fin iba a obtener respuestas.
—Lo primero de todo. Nada de esto es culpa tuya. Estabas en el lugar equivocado en el momento equivocado. Ahora voy a explicarte un poco el contexto de la situación, y luego te hablaré de Orizont—Asentí y continuó—. Existe un tipo de energía, llamada “materia sihir”. Este tipo de energía no proviene de aquí, de la Tierra, sino de Orbis. Sé que suena a ciencia ficción barata pero es la verdad. Orbis es básicamente otro planeta en un sistema solar diferente al nuestro. No, no hay aliens ni platillos volantes ni nada de eso. Siendo el universo tan grande no es de extrañar que haya otros planetas aptos para la vida. Ahora bien, la percepción del tiempo no es la misma, así que Orbis está bastantes décadas por detrás de nosotros. ¿Por qué te digo esto? Bien. La materia sihir es un tipo de energía muy voluble e impredecible que solo existe allí. No sé sabe de dónde sale, ni cómo se crea, ni el alcance total de sus efectos y propiedades. Sin embargo, si sabemos algunas cosas. Por ejemplo, gracias a ella se crean…portales, que conectan Orbis con la Tierra. Algunos son espontáneos y aleatorios y otros se pueden crear a propósito pero eso no es relevante ahora. La cuestión es que nosotros, los humanos, llegamos a Orbis a través de los portales hace mucho, cuando Orbis estaba en sus etapas iniciales de creación y por lo tanto lo colonizamos. Es decir, no hay extraterrestres, es como una Tierra dos. ¿Me sigues hasta ahora?
Asentí por hacer algo. Toda la información estaba rondando por mi cerebro y digiriéndola, aquello era como un sueño…un sueño demasiado familiar.
—Vale. Otro de los efectos de la materia sihir al interactuar con los humanos, es modificar el ADN. Me encantaría darte una explicación científica más detallada pero la realidad es que aún no se sabe cómo lo hace. Hay personas que lo estudian y hay ciertas teorías pero nada concluyente. La cuestión es que la materia sihir altera el ADN de las personas y causa que adquieran ciertas…habilidades—Leonel abrió su mano y un pequeña bola de fuego apareció en su palma. ¿Qué coño…? El fuego desapareció y Leonel continuó—. Ya que los humanos colonizaron Orbis, dándole dicho nombre y se establecieron allí exponiéndose a la materia sihir, las siguientes generaciones adquirieron la materia sihir del ADN de sus padres y nacieron ya con las habilidades.
Cogió aire y movió el cuello, estirándose. Me observó unos segundos. Debía de tener la mayor cara de estupor que había visto. Sin embargo, no hizo ningún comentario y siguió su explicación.
—Orizont. Sabes lo que es Orizont y a lo que se dedica pero no lo sabes todo. Su CEO, Klein Rainheart, se enteró hace mucho de la existencia de Orbis y ello, mezclado con su insaciable ambición, creó una mala combinación. Klein quiere crear materia sihir, es decir, crearla artificialmente en un laboratorio y así controlarla a placer con todas sus propiedades. Aquí es donde entras, Ariel. Uno de los cúmulos de materia sihir de Orbis, de los más concentrados que se han encontrado, iba a venir a la Tierra. El transporte de estos cúmulos está muy regulado y es ilegal desde hace mucho traerlos a la Tierra. El nombre que le dieron fue Ícaro. Resumiéndolo, Orizont se enteró del lugar donde se iba a realizar la entrega. Ocultaron el cúmulo en una persona, como hacen los traficantes con las mulas para pasar la droga. Tú fuiste esa persona, Ariel. Orizont te acabó encontrando y como resultado de su…interrogatorio, el cúmulo se rompió dentro de ti—Dudó unos segundos antes de continuar—. Tú eres Ícaro ahora, Ariel.
Parpadeé. Me quedé mirándole inmóvil. “Materia sihir, Orizont=PELIGRO, Controlas el espacio y el tiempo…”. Los mensajes en mis brazos cuadraban con la explicación de Leonel. ¿Qué probabilidades había de eso? ¿Qué me estaba pasando?
—Habilidades—murmuré con la mirada perdida—. ¿Qué habilidades exactamente?
Leonel ladeó la cabeza y frunció el ceño.
— ¿Por qué lo preguntas? ¿Has notado algo? ¿Algún…cambio? —Se inclinó un poco hacia delante.
—No—respondí apresurada—. Era curiosidad.
Guardé silencio aunque mi cabeza estuviera gritando mil y una cosas a la vez. El discurso de aquel hombre corría por mi mente, repitiéndose una y otra vez, mientras lo analizaba, mientras trataba de buscarle un sentido. Sin embargo, a pesar de la locura de sus palabras, de que había hecho aparecer una bola de fuego en mitad de la palma de su mano…Tenía la sensación de que todo era verdad. Mi sentido común se resistía a creerlo pero una sensación más fuerte me decía que aquellas palabras eran la realidad que estaba viviendo.
—Orizont es…corrupto y hace todas esas cosas horribles—Me atreví a decir—. Entonces… ¿Quiénes sois vosotros? ¿Qué hacéis en todo esto? ¿Qué queréis de mí?
—Queremos que todo vuelva a la normalidad. Eventualmente, te sacaremos la materia sihir que por error ha acabado en ti y te devolveremos a tu vida normal, sin que sufras ningún tipo de daño—Sonrió pero está vez dudé de si era una sonrisa sincera—. No podemos dejarte ir a ningún sitio, Ariel, porque Orizont te está buscando. No es seguro, ni para ti, no para tus seres queridos. Con nosotros estás a salvo.
—No has contestado a la pregunta de quiénes sois o cuál es vuestro papel en todo esto—Le acusé enfrentándome a su mirada. Él esbozó una media sonrisa.
—Te he dado muchas respuestas, Ariel. Vamos a dejar el turno de preguntas por ahora—Se levantó de la silla—. Voy a dejar que descanses y proceses la información. La comida estará pronto, te avisaré.
Observé como Leonel se encaminaba hacia el pasillo. Era obvio que no me estaba contando todo y presentía que se estaba dejando información esencial en el tintero pero también era cierto que se estaba portando bien conmigo y no me estaba forzando a contar nada.
—Leonel—Se giró ante mi llamada—. ¿Qué pasa con mis padres? ¿Les puedo llamar? Se van a preocupar…
—No te preocupes, nos hemos encargado de todo—Asintió levemente con la cabeza y desapareció por el pasillo. Seguido, oí sus pisadas baja por las escaleras.
A pesar de su tono tranquilizador, del ambiente relajado y la espléndida decoración, tenía una sensación incómoda en el cuerpo. Algo malo iba a pasar. Algo no iba bien. Miré a todos los lados de la estancia. Me levanté del sofá. Sentía una especie de ansiedad, de urgencia. Como cuando se activa una alarma y comienza a sonar. Corrí al baño y lo inspeccioné, nada. Volví al salón. ¿Por qué sentía esa ansiedad? ¿Por qué la sensación de peligro inminente? No se oía ningún ruido extraño, nadie venía a por mí, nadie me estaba amenazando.
Recorrí la estancia precipitadamente hasta que me llevé la mano al bolsillo donde me había guardado el bolígrafo. Aspiré el aire, quedándome muy quieta. El bolígrafo no estaba. Miré alrededor hasta que lo encontré. Encima de la mesita, delante del sofá. No lo había dejado ahí. No lo recordaba.
Levanté con cuidado las mangas de la camiseta.
—Joder, joder, joder…—Fue lo único que pude decir. 

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martes, 2 de enero de 2018

19. Alpha y Beta.

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Leonel cerró la puerta principal y tiró las llaves con desdén en el cuenco vacío a la izquierda. La cocina estaba vacía, limpia y recogida. El salón permanecía igual de silencioso. La luz del mediodía entraba por las ventanas iluminando la estancia, creando bonitas sombras, haciendo brillar la madera pulida. Por alguna razón aquello irritó a Leonel. Soltó un suspiro molesto y echó a andar por el pasillo.
—Dedral—Llamó a la puerta del despacho y la abrió sin esperar respuesta. El hombre al que buscaba estaba cómodamente sentado en una silla de escritorio, enfrascado en un mar de papeles y carpetas. Una taza azul descansaba a un lado aún medio llena con una bolsita de té dentro.
—Podrías haber esperado a que contestara—Comentó distraído Dedral sin levantar la vista del informe que estaba leyendo. Leonel rodó los ojos con cansancio ante el comentario.
—Veo que estás ya leyendo el dossier de Ánima—Leonel recalcó lo obvio esperando a que Dedral dejara lo que estaba haciendo y le prestara un poco de atención. Sabía que la actitud que estaba teniendo era porque algo le había molestado pero no estaba para jugar al gato y al ratón.
El hombre asintió con levedad mientras pasaba una página.
— ¿Y Ariel? —Leonel se acordó de la chica que había dejado en el baño horas antes. Esperaba que estuviese bien.
—Ah—Dedral dejó los papeles sobre la mesa y giró en la silla para enfrentarse a Galagor. Sus ojos azul hielo desafiaron a los ámbar de Leonel—. ¿Te refieres a la chica confusa y asustada a la que has dejado sin supervisión en una casa ajena?
—Dedral…
—No, ni se te ocurra justificarte—Su voz se había tornado dura y afilada como el cuchillo más certero—. Si no llego a aparecer porque me han cancelado la reunión que tenía, Ariel se habría largado y la principal ventaja que tenemos ante Orizont se habría esfumado. Así que no te atrevas a ponerme una excusa cuando ambos sabemos porque tenías tanta prisa en irte.
—Pero estabas aquí ¿no? Pues ya está—Dedral alzó una ceja y Leonel supo que estaba cruzando la línea. Enfadar a Dedral no era la mejor opción ahora mismo. Decidió suavizar su tono de voz—. ¿Qué tal la chica? ¿Está bien?
—Más o menos. Sufre de estrés post-traumático. Tuvo una crisis hace poco, incluso me amenazó con un cuchillo. Vamos a tener que tomárnoslo con calma—Estiró el cuello a ambos lados como si apenas le preocupara el tener a una joven de rehén.
— ¿Qué hiciste? Cuando la dejé estaba calmada…Dedral…—Leonel le miró acusativamente. Sabía cómo se ponía Dedral a veces, no era lo más acertado en una situación como esta.
Ante la pregunta el hombre de ojos azules dibujó una sonrisa misteriosa en sus labios.
—Nada. Le ofrecí el desayuno y todo. Me porté como un caballero…aunque puede que me dejará llevar un poco al final—Dedral se sonrió a si mismo con diversión. No podía evitar emborracharse con el poder. 
—Ese desayuno no era para ti, era para ella—Galagor se cruzó de brazos con desaprobación. Tenía la sensación de que a veces estaba tratando con un niño y no con un hombre adulto y maduro.
—Tenía hambre—Dedral se encogió de hombros restándole importancia pero se notaba la burla en su voz. Se levantó de la silla y comenzó a ordenar el escritorio—. Ariel está arriba. Deberías de subir ahora y calmarla un poco. Cuéntale algo de lo que está pasando. Darle algunas respuestas reducirá su nivel de ansiedad y estrés.
Leonel asintió de acuerdo. La chica era importante. Ahora era Ícaro. Tenían que conservarla hasta que pudiesen obtener su poder.
— ¿Qué tal con Klein? ¿Fue todo bien? —preguntó Dedral mientras cerraba una carpeta y la colocaba sobre otras igual de llenas de papeles.
—Sí, no hubo mayor complicación—Leonel se acabó apoyando en el marco de la puerta con despreocupación—. Es tal y como nos esperábamos. Su ambición será su perdición.
Dedral soltó una suave carcajada. Ya había terminado de recoger en su mayoría el desorden que había creado. Leonel, a pesar de todo, había realizado su tarea de forma impecable. El trato con Klein y el asalto a Orizont habían cumplido su función. Estaba satisfecho. Galagor nunca le decepcionaba.
—Le has dado las indicaciones para encontrar a los amigos de Pandora ¿no? —dijo distraído mientras terminaba de ordenar el último montón de papeles.
—Sí. Aunque sigo sin estar convencido de que deban de colaborar con Orizont. Quizás acepten nuestra propuesta para ello pero…no me fío de ellos. La lealtad no es su fuerte—comentó Leonel al tiempo que Dedral se daba la vuelta. Era una preocupación creciente que llevaba desde que Dedral le comentó usarlos como moneda de cambio. Eran demasiado volubles, podían traicionarles de manera fácil si quisieran.
—No te preocupes. No tenía pensado entregárselos así como así—Los ojos azul hielo de Dedral emitieron un leve destello—. Yo tampoco me fío de ellos y estoy un poco cansado de tener ese cabo suelto. Tienes razón en que la lealtad no es su punto fuerte. Traicionaron a Pandora en su día y cambiaron de bando. Pueden hacerlo otra vez. Voy a solucionar el problema antes de que nos afecte.
— ¿Vas a encargarte de los tres? —preguntó Leonel mientras se echaba a un lado. Dedral salió del despacho y le siguió.
—No. Solo de los dos hermanos. Sebastian sí que nos puede ser útil. Al fin y al cabo es el más poderoso de los tres—Dedral hizo una pausa y se quedó pensativo unos momentos—. Tranquilo Leonel, yo me encargo de ellos. También tendré otra reunión con Klein, en persona, para hablar de Ánima.
—De acuerdo—Leonel hizo un gesto de afirmación. Dedral sonrió complacido. Todo estaba saliendo según lo planeado. Aun así, había una cosa que le molestaba…
—Leonel…—Dedral endureció su voz y su expresión—. Ya discutí contigo hace tiempo mi opinión respecto a Pandora. Si vuelve a interferir en mis planes o a provocar errores tan graves como el de dejar a Ariel sin supervision…me haré cargo de ella personalmente. Está claro ¿verdad?
La amenaza quedó flotando en el aire como una pluma meciéndose entre ambos. Leonel sostuvo con dureza la mirada de Dedral. Sabía que no lo decía por decir, que cumpliría la amenaza sin pestañear.
—Muy claro—respondió entre dientes. Odiaba cuando Dedral se ponía así, más aun cuando sacaba el tema de Pandora. No había muchos temas en los que se enfrentará abiertamente a él pero éste era uno en el que no pensaba ceder.
—Bien—Dedral relajó su expresión—. Ve a hablar con Ariel. Me encargaré de los preparativos para los próximos días. Haré la comida si quieres. Necesitas descansar tras los últimos acontecimientos.
Aquel comportamiento a veces irritaba a Leonel. Dedral lo hacía a menudo, dejaba claro quién era el que mandaba y luego tratarte como a un igual. No era la primera vez que habían tenido enfrentamientos por situaciones como ésa pero a Leonel no le apetecía pelear. Sabía que ambos estaban tensos por todo lo que estaba pasando. Discutir solo agravaría las cosas.
Decidió dejarlo pasar. Sonrió complaciente y se dirigió escaleras arriba.
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