Fue tan solo un parpadeo. Uno solo. Y Ariel había desaparecido de la misma forma que había llegado. Parpadeé varias veces pero la habitación siguió estando igual de vacía que antes. Me moví por todo el espacio, miré en el armario, en el baño del que acaba de salir…Nada. Era improbable que aquello se tratara de una broma de mal gusto y aún más improbable que se tratara de una alucinación. Ariel acaba de estar allí. Habían pasado dos meses desde que desapareció de la casa igual de misteriosamente. Al parecer las habilidades de la chica habían tardado menos en aparecer de lo que había calculado y eso era un problema.
“Leonel está en peligro. Va a morir”.
Las palabras de Ariel resonaron en mi cabeza con claridad. ¿A qué se refería? Agarré la camiseta que tenía planeado ponerme y el teléfono móvil que había dejado cargando. Marqué el número de Leonel, me puse la camiseta y esperé a que respondiera. Los pitidos siguieron sonando. Nadie contestó al otro lado. Llamé de nuevo suponiendo que no habría podido cogerlo. Obtuve el mismo resultado.
—No me jodas…—murmuré casi sin darme cuenta.
Abrí el WhatsApp y le escribí un par de mensajes. No le llegaban. Probé a llamar de nuevo pero solo me saltaba el maldito contestador.
Solté el aire, tratando de mantener la calma. Tener la mente fría siempre era la mejor opción. Sin embargo, no estaba en Londres. Había dejado a Leonel a cargo de Ánima y de lidiar con Orizont, toda la responsabilidad y poder estaban a su cargo. No había podido evitarlo, la reunión que habían convocado era demasiado importante como para cancelar. Así que había dejado a Leonel a cargo de la operación. Llevaba ya una semana fuera y no había pasado nada… ¿verdad? Leonel no le había hablado de ningún problema. Nadie más le había informado de ninguna complicación. Ánima estaba prácticamente acabada. El trato con Klein se mantenía gracias a…Pandora.
Noté un agujero en el estómago. Pandora.
Las primeras tres llamadas que hice resultaron en que el móvil estaba apagado o fuera de cobertura y en otro maldito buzón de voz. La idea de que lo que estaba pensando era cierto hizo que comenzara a temblar de ira. La cuarta llamada resultó en acierto.
—Charles, dime que la chica está donde tiene que estar—No me molesté en ocultar el enfado que tenía. Oí como mi interlocutor tragaba saliva.
—Señor…—Vaciló antes de seguir—. Hace un par de días hubo un…incidente. Nadie sabe qué ha pasado. Todos estaban muertos, prácticamente descuartizados. No sabemos quién lo hizo. Quién fuera se llevó a la chica.
Respiré y solté el aire con suavidad.
— ¿Por qué nadie me ha informado, Charles? —La calma fría con la que dije las palabras dejaron sin aliento al informante.
—Señor…usted…—Titubeó antes de proseguir—. Galagor nos dijo que él se ocuparía del asunto. Que usted le había puesto al mando del suceso. Nos dio instrucciones precisas al respecto, creíamos que eran órdenes directas suyas.
—Ya. Estaré lo antes posible en Londres.
Colgué sin esperar respuesta. Tiré el móvil sobre la cama. Giré sobre mis talones y con toda la fuerza que pude reunir alimentada por la ira, golpeé la pared. Trozos de pintura y de piedra saltaron por los aires. Una grieta subió en ambas direcciones hacia el techo y el suelo. Casi había atravesado la mitad de la pared. Sentí el dolor en los nudillos, en los dedos, en la muñeca, en el brazo. Se disipó igual de rápido que lo había sentido.
Jadeante, cerré los ojos un instante. Leonel lo había descubierto. Había esperado a que él se hubiera ido para liberar a Pandora pero… ¿Cómo iba a completarse el trato con Klein? ¿Qué represalias iba tomar Rainheart? ¿Qué tenía planeado Leonel? Demasiadas preguntas a las que no tenía respuesta. Demasiados cabos sueltos. Notaba como la situación se estaba escapando de mi control y aquello me ponía furioso. Leonel me había dado una puñalada por la espalda. Entendía sus motivos pero no toleraba la traición bajo ningún concepto. No toleraba que le desafiaran y no iba a tolerar aquella situación. No solo era el desacato lo que me hacía hervir la sangre, sino la posición de riesgo en la que se había puesto Galagor. Si algo le pasaba…
El móvil comenzó a sonar. Me sacudí la mano de polvo y restos de escombros. El nombre del CEO de Orizont apareció en la iluminada pantalla.
—Klein. Justo estaba pensando en ti—Contesté cerrando y abriendo el puño derecho.
—Que romántico. ¿Y en mí, Kyren? ¿Piensas en mí a menudo? —La voz que respondió hizo que me parara en seco. Aquello no era bueno. Hacía mucho tiempo que no le escuchaba. Hacía mucho tiempo que se había olvidado de él.
—Hiram…—Por instinto pronuncié su nombre. Como un lejano fantasma de una época pasada. Hiram Drent. Un fantasma que había decidido volver a por su venganza.
—Vaya, vaya. Si te acuerdas de mi nombre y todo—Su tono burlón era el mismo de siempre, salvo por un pequeño matiz. Esta vez sonaba triunfante. Demasiado confiado—. He visto que has llamado a tu querido Galagor. ¿Estás preocupado, Sir Deville?
Apreté los dientes. Que me llamara por uno de mis alias no solo era irritante, sino una falta de respeto. Sabía ya por donde iban los tiros. Leonel se había metido en la boca del lobo.
— ¿Ahora te juntas con ricos malcriados y pretenciosos, Hiram? Cualquiera diría que echas de menos a tus iguales. ¿Sois mejores amigos ahora? —Mi respuesta salió sin pensarlo mucho. Si íbamos a jugar al juego de las fanfarronerías, no iba a quedar por detrás.
Lord Drent me respondió con una sonora carcajada. No estaba ni mínimamente preocupado.
—Te echaba de menos, Dedral—Hizo un breve pausa—. Por cierto, tengo que felicitarte por Ánima. Está completamente funcional y es toda una maravilla. No puedo esperar a probarla.
— ¿Qué has hecho con Galagor, Hiram? —Cambié el tono de voz por uno más serio. Me estaba cansando de las tonterías de este payaso.
—Nada...de momento—Pude vislumbrar su sonrisa a través de sus palabras—. Klein se está encargando de él y de que esté lo más cómodo posible. Estaba un poco molesto porque vuestro trato no se fuese a cumplir—Chascó la lengua—. Te estas volviendo descuidado, querido maestro.
—Basta de gilipolleces, Hiram. ¿Qué quieres? —Decidí poner fin al juego estúpido al que estaba siendo sometido. Drent solo se estaba regodeando de su posición y a mí se me acaba la paciencia muy rápido.
—Que humor más terrible tienes—Comentó con el mismo tono burlón—. Ven a Londres y tengamos una reunión. Tenemos muchas cosas de las que hablar. Prometo no tocarle ni un pelo a Leonel hasta entonces. ¿Qué te parece?
—Te avisaré cuando llegue.
Colgué. Tiré el móvil sobre la cama. El segundo puñetazo hizo temblar la pared. La grieta se ensanchó. Klein Rainheart se había aliado con Hiram Drent. Aquello era peor de lo que se había esperado. Hiram era implacable. No es como si no pudiese hacerle frente pero aliado con Orizont y teniendo a Leonel en sus manos…No podía permitir que nada le pasará.
Comencé a recoger las cosas de la habitación. Una vez estuviera todo en la maleta, marchaba a Londres sin mayor dilación.