lunes, 12 de febrero de 2018

22. El Tridente del Diablo


Un hombre joven recorría en silencio las calles de la famosa ciudad de Nueva York. Sus pasos eran rápidos y sus zancadas largas, tenía ganas de llegar a su destino. Un brillo especial se ocultaba en sus ojos. Tenía todo bajo control.
Llegó a la entrada de un local en mitad de un callejón casi oculto, en la parte baja de la ciudad. No solía ir por allí pero no temía estarlo. No le temía a nada, o eso pensaba él. El letrero del local, antaño fluorescente, yacía torcido y muerto sobre una puerta negra con marcas de pelea. "El tridente del Diablo" se hacía llamar. El hombre torció sus labios en una mueca divertida y entró.
Heavy metal sonaba a un volumen lo suficientemente bajo como para poder comunicarte con otra persona a poca distancia. Tras bajar unas estrechas escaleras escuchando la música, el joven llegó al final, adentrándose en un espacio con luz mortecina de color azul, posters, pintadas, pegatinas de bandas de música por las paredes, mesas hechas polvo a juego con las sillas, sillones desgastados por las paredes... Era un antro pero el joven los había visto peores, no se escandalizó.
Aunque había gente en el sitio, no estaba lleno como para resultar molesto. El joven no les prestó mucha atención. Saludó con la cabeza a una mujer recia que se encontraba en la barra y no le había quitado ojo desde que había entrado, y buscó con la mirada al hombre con el que se iba a reunir. Lo encontró en uno de los sillones del fondo, fumando un cigarrillo, medio oculto en las sombras. Se sentó en el sillón de enfrente. Solo una mesa les separaba.
—Klein Rainheart—El hombre encendió una pequeña lámpara en medio de la mesa. La luz era tenue pero suficiente para verse—. Gracias por haber sacado un hueco en tu agenda para mí.
El sarcasmo se mezcló con el humo del cigarro y desapareció en el aire. Klein observó al hombre que tenía delante. No parecía ser muy alto pero sí que imponía, tenía la espalda y los hombros anchos y era notable que estaba más que en forma. Si echaran un pulso probablemente le rompería la muñeca. Llevaba una camiseta negra y lo que parecía ser una camisa gris desabrochada y arremangada. Creía vislumbrar un pelo moreno pero con canas, corto, peinado hacia atrás. Era mucho más mayor que él pero no lograba establecer una edad concreta. Lo que más le impactó fueron los ojos. Esos ojos. Eran azules pero un azul hielo, un azul que parecía penetrarte y congelarte cada extremidad. Tenían una intensidad, un poder... Imponían tanto que era imposible fijar la mirada.
—Dedral—respondió Klein sin dejarse intimidar—. Gracias a ti por ponerte en contacto conmigo—Esta vez fue él quién habló con sarcasmo. Alzó las manos y las colocó cruzadas sobre la mesa—. ¿Cuál es el asunto de la reunión? ¿Quizás explicarme porque has roto el acuerdo que establecí con Galagor?
Dedral le dio una larga calada al cigarro y dejó salir el humo, ocultándole la cara durante unos segundos. No le hizo falta más que un vistazo rápido para ver quién era Klein Rainheart, CEO de Orizont. Cubría todas sus expectativas. Sin embargo, tenía que dejarle claro quién tenía el control.
— ¿Te molesta la música? ¿Quizás un poco más baja? —Alzó la mano y la mujer de la barra corrió a bajar un par de tonos la música—. Heather y Simon siempre fueron una molestia. Sé que Galagor acordó entregártelos pero cambié de idea. No te lo tomes como algo personal, esos críos no traen más que problemas. Te he echo un favor.
Klein alzó una ceja con escepticismo y molestia. Dedral sonrió.
—No pongas esa cara, Rainheart. Sebastian está a tu servicio. No es como si te hubiera dejado con las manos vacías.
El CEO de Orizont frunció las labios conteniendo su disgusto. La actitud de Dedral comenzaba a irritarle. Si le había echo ir solo para burlarse de él, iban a tener un problema. 
—¿Para eso me has hecho venir? ¿Para regodearte?—Esta vez consiguió fijar su mirada con la de su interlocutor, desafiándole. 
—Bien, Klein. Esta es la situación—Ignoró los comentarios. Dio una calada y observó lo poco que le quedaba del cigarroLe he echado un vistazo a tu proyecto "Ánima". Un nombre muy original ¿eh? Espero que tu equipo de marketing sea algo mejor.
Klein se irguió algo molesto. Estaba empezando a cansarse de la condescendencia de aquel hombre. No le gustaban que le tratasen como un inferior, quería que le trataran como a un igual. Le daba igual que tuviera a Galagor bajo sus órdenes, quería respeto.
—Tranquilo, Rainheart—Dedral sonrió consciente de la molestia de su interlocutor—. He venido para ofrecerte un trato, no para burlarme de ti—Dio una última calada y apagó el cigarro en un cenicero a su derecha.
— ¿Qué trato? —Klein entrecerró los ojos y se preguntó quién era de verdad aquel individuo. Arrogante, condescendiente, egocéntrico...No era el mejor compañero para embarcarse en un negocio.
—Como he dicho, he ojeado el proyecto y sorprendentemente, es bastante prometedor. No solo prometedor, sino funcional. Sin embargo, sé que no estáis haciendo muchos progresos. Yo puedo cambiar eso.
Dedral se apoyó en el respaldo y esperó a que Klein continuara. Quería darle la información poco a poco. Quería despertar su interés.
— ¿A qué te refieres? —La curiosidad mató al gato, dicen. Un cosquilleo recorrió la espalda del CEO.
—A que puedo completar el proyecto Ánima—Dedral sonrió—. Puedo terminarlo y hacer que funcione pero necesito vuestra tecnología para ello. No puedo hacerlo por mi cuenta.
Klein se quedó unos instantes en silencio, atónito. No daba crédito a lo que estaba escuchando. Aquel hombre le estaba diciendo que podía completar el proyecto. Un proyecto que llevaba desarrollando años y que no había sido capaz de obtener resultados concluyentes. Ese proyecto era el más importante que tenía Orizont y aquel hombre se ofrecía como la solución milagrosa.
— ¿Me estás diciendo que puedes acabar el proyecto? ¿Tú solo? ¿Cómo? —Intentó contener la excitación de su voz pero no creía haberlo conseguido.
—Por supuesto que puedo acabarlo, yo solito. El cómo—Dedral se tomó un segundo—. Digamos que mi conocimiento de la materia sihir es mucho más avanzado que el vuestro. Ahora bien, Klein. Te propongo que colaboremos en esto. Tú me dejas tus instalaciones y tecnología, yo te doy Ánima y ambos podemos beneficiarnos de ella.
Klein no respondió de inmediato. Seguía asimilando toda la información. ¿Qué clase de persona era Dedral? ¿Qué motivaciones ocultas tenía? ¿Qué quería? ¿Hasta que punto podía confiar en él?
— ¿Así de fácil? ¿Qué sacas tú con todo esto? ¿Cuál es el verdadero precio? ¿Qué...?
—Basta—Le interrumpió alzando un poco la voz—. Soy quien te está dando la oportunidad de cumplir uno de tus grandes sueños. ¿Mi beneficio? Usar Ánima para mis propósitos. Propósitos que no te voy a contar porque no te incumben. Sé que estás acostumbrado a tener el control y saberlo todo, Klein pero no eres el único. Tú decides si confías en mí o no. Te prometo que no haré nada que te perjudiqué o ponga en peligro. Podemos firmar un contrato, si te quedas más tranquilo—Se echó hacia delante—. Para que veas mi buena fe, voy a concederte un deseo. Dime, Klein. Una vez tengamos Ánima ¿Qué poder de entre todos te gustaría tener?
Klein escuchó las palabras de Dedral y comprendió al instante la situación. No iba poder sacar ventaja. No sabía quién era aquel misterioso personaje pero sí que era poderoso y tenía bastantes recursos económicos, o le habría pedido una suma de dinero por completar Ánima. Klein supo que se enfrentaba a un igual, aunque aún no sabía que se equivocaba. Estaba calculando mal el riesgo pero eso él no lo sabía. Bastó con la última pregunta para liberar la ambición de Rainheart y emborrachar a su sentido común.
—Quiero el poder de Galagor—Sus ojos brillaron acompañados de la vehemencia de su voz.
Arrancó una carcajada genuina de Dedral cuando oyó la respuesta.
—Klein, Klein...—Le miró fijamente—. Tu ambición es tu peor enemigo.
—También quiero...
—Suficiente—Le cortó de nuevo Dedral está vez más serio—. No soy un genio que ha salido de una lámpara a concederte tres deseos. Las cosas poco a poco, Rainheart. Ni si quiera hemos empezado nuestra colaboración.
Klein se acomodó en el sitio y cerró la boca, consciente de que la excitación le había jugado una mala pasada. Se reprendió a si mismo por su actitud. Debía ser más cuidadoso.
—No voy a darte el poder de Galagor—Continuó Dedral—. Galagor queda fuera de la ecuación, es más, déjale tranquilo—Se quedó unos segundos sin hablar y después sonrió—. Sin embargo, puedo darte lo que quieres. Vas a tener que realizar unos análisis primero...
Klein sonrió.
Cuando ambos hombres acabaron la conversación, se estrecharon la mano. Sin saberlo, Klein Rainheart acababa de firmar un pacto con el Diablo.

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